jueves, 28 marzo 2024
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Pacientes palúdicos viven un viacrucis para recibir diagnóstico en Bolívar

Al módulo de Manoa y Vista al Sol acuden personas que residen en zonas lejanas del estado Bolívar -e incluso desde Delta Amacuro- debido a la falta de diagnóstico o medicinas en sus comunidades, y a veces no logran ser atendidos por lo que tienen que acudir a laboratorios privados para diagnosticar la enfermedad y así poder tratarse.

@mlclisanchez

Más de 70 personas acuden diariamente al módulo de Manoa en San Félix para ser diagnosticadas y recibir el tratamiento contra la malaria, pero el dispensario médico solo tiene capacidad para atender a 40 pacientes diarios. ¿La razón? La falta de personal ha creado un cuello de botella en una de las estrategias claves en la campaña antimalárica: recibir diagnóstico y tratamiento a tiempo.

Aunque el estado Bolívar es foco endémico y blanco de la mirada del hemisferio, practicarse el examen de la gota gruesa con el que se detecta la presencia del parásito Plasmodium, es para muchos un viacrucis. El paludismo o malaria se transmite por la picadura del mosquito Anopheles. Los síntomas pueden incluir fiebre, vómito y dolor de cabeza. La forma clásica de manifestación en el organismo son fiebre, sudoración y escalofríos que aparecen 10 a 15 días después del contagio.

Este miércoles Yubrimi Berhens era la única hemoterapista de turno en este módulo, donde mayoritariamente acuden los pacientes en vista de la falta de los centros de diagnóstico. La mayoría de las personas que acuden a este módulo, y que probablemente no logran ser atendidas el mismo día en el que acuden, vienen de las zonas rurales del estado Bolívar o zonas alejadas del sector de Manoa debido a que no tienen a disposición un centro donde residen o porque no hay la dotación para atenderlos. La consecuencia es que deben regresar al día siguiente o pagar un servicio privado que ronda entre los 50 y 80 mil bolívares.


En el módulo de Vista al Sol los pacientes reciben el tratamiento completo contra la malaria: Primaquina Fosfato, Cloraquina Fosfato o Atemether dependiendo de la versión del parásito | Foto Laura Clisánchez
     

Miulka Mercado vino desde Caruachi, a casi 40 minutos si se traslada en transporte público cada vez más deficiente, para recibir tratamiento en el módulo de Manoa. No ha tenido problemas para recibir el tratamiento completo para tratar el paludismo, sin embargo, el año pasado tuvo que pagar un servicio privado de laboratorio para poder acceder a las medicinas gratuitas, pues el diagnóstico es un requisito para acceder al tratamiento que solo lo otorga el Ministerio de Salud. “El año pasado pagué 40 mil bolívares. Ahorita cuesta entre 60 y 80 mil bolívares”, dijo.

Miulka, quien se ha contagiado ocho veces de paludismo sin haber pisado una mina al sur de Bolívar, informó que la disponibilidad para hacer el examen de gota gruesa es intermitente, por lo que la cantidad de personas que pueden ser atendidas de forma gratuita en este módulo es incierta.

Uno de los pilares de la Estrategia Técnica Mundial contra la Malaria 2016 – 2030 de la Organización Mundial de la Salud (OMS) es lograr el acceso universal a la prevención, el diagnóstico y el tratamiento de la malaria, esto incluye facilitar los exámenes pertinentes para agilizar el proceso de tratamiento y la vigilancia activa de casos en zonas endémicas.

De allí la relevancia de que las poblaciones endémicas, como se ha convertido casi todo el país, tengan a su disposición un centro de diagnóstico cercano a su comunidad dotado de medicinas y con un laboratorio habilitado para diagnosticar la enfermedad.

Pero no todos pueden movilizarse, y quienes lo hacen deben emprender un viaje. Marlis Coa, quien reside en Piacoa, estado Delta Amacuro, debe viajar mensualmente hasta el módulo de Manoa en San Félix para retirar las medicinas que necesita su hija, Stephany Yépez, porque en su comunidad no encuentra tratamiento: Primaquina Fosfato, Cloraquina Fosfato o Atemether con las que se atienden las dos versiones de malaria comunes al sur de Venezuela: el vivax o su versión más letal, el Plasmodium falciparum. “Ella empezó con la reacción, yo no sabía qué tenía, estaba temblando. Por eso decidí traerla al módulo. Hay veces en las que no hay nada por donde yo vivo”, relató la madre de Stephany, quien también participó que su hija está embarazada y tiene que recibir tratamiento al día, cosa que no podría lograr si se queda en su residencia. “Aquí siempre hay medicamentos”.

La OMS establece que las mujeres embarazadas pertenecen al grupo poblacional que corre un riesgo considerablemente más elevado de contraer la enfermedad y sufrir una manifestación más grave de esta. “Los programas nacionales de lucha contra la malaria deberían tomar medidas especiales para proteger de la infección a estos grupos poblacionales, habida cuenta de su situación específica”, señala la norma publicada en la página de la OPS/Venezuela. Según la Red Defendamos la Epidemiología Nacional, en los estados Bolívar, Sucre y Amazonas se concentró el 90% de los casos notificados de malaria hasta la semana epidemiológica 41 del 2019. Además se reportó un aumento de la incidencia de casos de 55% en embarazadas.

Fallas en el diagnóstico

El exministro de salud José Félix Oletta, miembro de la Sociedad Venezolana de Salud Pública y la Red Defendamos la Epidemiología Nacional, aseguró que uno de los factores que impide la mitigación de este problema de salud pública es la falta de diagnóstico certero y la escasez de pruebas de diagnóstico rápidas cuya función es agilizar el proceso de diagnóstico en las comunidades.

“No se ha formado suficiente personal capacitado para hacer el diagnóstico precoz”, indicó el doctor. “No se puede esperar que el paciente ya con fiebre acuda al centro de diagnóstico. Se debe contar con un programa de búsqueda activa de casos febriles en las zonas endémicas”. El médico enfatizó que no se hace una búsqueda activa de casos en el país por lo que se incurre en la atención de casos de forma tardía.

Sin embargo, Armando Ortega, director regional de salud ambiental del Instituto de Salud Pública (ISP), informó que en todos los municipios del estado Bolívar ha disminuido la malaria, logro que atribuyó a la habilitación de 300 centros diagnósticos con presencia en todos los municipios del estado minero. “Esto es para evitar que el que viva en Las Claritas se venga a San Félix, por ejemplo. Para que la gente se trate en el sitio donde vive”, dijo en entrevista a Correo del Caroní, pero no es lo que sucede en las puertas de los módulos.

 
Diariamente acuden más de 70 personas al módulo de Manoa para aplicarse el examen diagnóstico de la malaria, al menos el 45% no logra ser atendido el mismo día en el que acuden | Foto William Urdaneta
 

Carmen Velázquez, médico 1 del módulo II de Vista al Sol, asegura que la mayoría de las personas que atiende en el ambulatorio provienen de zonas lejanas como Chirica, La Unidad, Francisca Duarte, Las Morucas, Palo Grande y Los Culíes. Lo que indica que no todos los ciudadanos tienen acceso al tratamiento en las zonas en las que residen por lo que se movilizan hasta el módulo II de Vista al Sol o al módulo de Manoa ubicado en la parroquia Simón Bolívar.

Para el doctor Oletta, el que las personas no cuenten con un centro de diagnóstico cercano implica la realización de un diagnóstico tardío cuya consecuencia son peores pronósticos de recuperación para una persona, situación que es aún más preocupante en embarazadas y niños. “Es un error que lleguen los casos de forma tardía, implica que las personas van a llegar con una enfermedad más avanzada y más compleja. Esto va a determinar si la persona tiene buen pronóstico de supervivencia o no”, puntualizó. Si la enfermedad se ataca de forma temprana la persona tiene mayores probabilidades de sobrevivir.

Aunque el contagio es propio de la zona minera del municipio Sifontes al sur del estado Bolívar, la migración interna hacia las minas ha expandido los focos de malaria a buena parte del país, retrotrayendo la condición a la década de los años 30, cuando el venerado doctor Arnaldo Gabaldón emprendió una campaña con la que logró erradicar la enfermedad a finales de los años 50.

Especialistas del Instituto de Altos Estudios Dr. Arnaldo Gabaldón asocian el aumento de los casos en las ciudades a varios factores, uno de ellos, la migración y el auge de la minería informal al sur del estado Bolívar, lo que ha traído personas de toda Venezuela que llegan a trabajar unos días y regresan a sus hogares contagiados.

Preocupación mundial

De acuerdo con el último informe de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), publicado el 30 de enero de 2020, entre sus preocupaciones de salud pública en Venezuela está el brote de difteria, el aumento de los casos de tuberculosis, la malaria, la mortalidad materna y de menores de 1 año, la salud mental y la prevención de la violencia. “También la capacidad disminuida del sistema de salud para responder a las necesidades prioritarias de la población, el acceso limitado a medicamentos, a una nutrición adecuada y a servicios adecuados para las personas con enfermedades agudas y crónicas que pueden ser mortales”, señala el documento.

Desde 2016, la OPS ha intensificado su cooperación técnica con el Ministerio de Salud, y especialmente en la campaña antimalárica. Desde abril de 2019 un equipo de Médicos Sin Fronteras, junto a los trabajadores del Ministerio de la Salud y con la cooperación técnica de la OPS, intervinieron la zona minera de Las Claritas, ubicada en el municipio Sifontes, del estado Bolívar.

En 2018 la OPS entregó 3 mil pruebas para el diagnóstico rápido de la malaria, 3 mil mosquiteros tratados con insecticida de larga duración para la prevención de la trasmisión de la enfermedad, 20 mil tabletas de cloroquina, 7 mil tabletas de sulfato de quinina y 5.460 tabletas de clindamicina para el tratamiento de casos de malaria en embarazadas. Además se entregaron flujogramas para el manejo de malaria en mujeres embarazadas y para el manejo de casos de malaria grave.