martes, 19 marzo 2024
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El corral electoral

Esas elecciones regionales van a ocurrir porque ambos sectores las necesitan. Ha sido claro el mensaje de quienes en la oposición las promueven abiertamente: es una rendijita que hay que aprovechar porque todo lo demás fracasó; es una oportunidad de ganar “espacios”. | Foto cortesía

Ya el régimen y el sector asimilado de la oposición culminan los arreglos preelectorales. Esas elecciones regionales van a ocurrir porque ambos sectores las necesitan. Ha sido claro el mensaje de quienes en la oposición las promueven abiertamente: es una rendijita que hay que aprovechar porque todo lo demás fracasó; es una oportunidad de ganar “espacios”; permite la acumulación de fuerzas; y es un hacer, diferente a quienes despanzurrados en su casa, con un vaso de cerveza en la mano y el control de la televisión en la otra, optarían por “no hacer nada”.

Ese cuento tiene algunas troneras. La idea de que todo lo demás fracasó es absolutamente estática porque supone que se experimentó todo y ante tal desastre, solo queda esa ratonera en la cual refugiarse. Curioso argumento porque dice que todo lo demás fracasó menos aquello que se proponen que también ha fracasado múltiples veces: las más recientes son la elección de gobernadores de 2017, la elección fraudulenta de Maduro en 2018 y la de Asamblea Nacional el pasado diciembre. Si todas las vías intentadas han fracasado es porque, una de dos: no hay forma de derrotar al régimen o, en segundo término, a algunas de esas vías les faltó o sobró algo. Tema a discutir oportunamente porque quienes han contribuido decisivamente a hacer fracasar otras vías, son quienes hoy enuncian ese fracaso como si fuese un fenómeno cósmico inexplicable.

El tema de los espacios es otro fantasma que recorre el espinazo de la oposición asimilada. Allí hay dos temas. El primero consiste en que hay una observación estática interesada: se ganan unos espacios para ser perdidos casi inmediatamente, el caso más relevante es el de la Asamblea Nacional ganada clamorosamente el 2015 y anulada progresivamente, para no hablar del fraude con los gobernadores electos obligados a postrarse ante la AN de Maduro. El segundo aspecto se refiere a quién “gana espacios”. Se enuncia que quien los gana es el pueblo, las masas, los ciudadanos; en realidad son los partidos, aunque tampoco. Son fragmentos de partidos que avenidos con el régimen se les permite unos gobernadores o alcaldes. Siempre se escapa uno, el cual luego es sometido por las huestes rojas.

El otro capítulo es el de la acumulación de fuerzas. Este concepto es hijo del progresismo marxista, según el cual la historia es una carreta cargada de futuro, que tiene trabada la palanca del retroceso o simplemente no la tiene. Cada paso sería, de acuerdo con esta historieta, un paso hacia la emancipación, la libertad, el hombre nuevo o alguna variante recientemente descubierta del Cromañón. Lo cierto es que puede haber acumulación de fuerzas y desacumulación de fuerzas; se puede ir hacia arriba y también hacia abajo, hacia delante y hacia atrás. No hay nada garantizado. Lo que ha hecho la oposición desde los primeros meses de 2019, época prometedora y gloriosa, ha sido perder fuerza. La historia reculó sin ninguna vergüenza.

El tema según el cual ir a votar es “hacer” y el no acudir a “la fiesta cívica” es “no hacer” es tramposo. Suponiendo que ir a votar sea un acto que requiera un esfuerzo fenomenal (para los flojos y trasnochados sin duda lo es), es una conducta tan electoral, pero tan electoral, como abstenerse. Ambas son conductas electorales: se refieren al mismo asunto de manera diferente, como es el caso de votar por unos candidatos o votar nulo o en blanco. Pero, aparte de esa precisión, conviene otra: el acto de abstenerse cuando las máquinas del régimen y de la oposición asimilada te dicen a cada minuto que si no concurres a las urnas dejas de cumplir con tu deber y te conviertes en un bichito cómodo que no te ocupas de la civitas, hay que tener presente que se requiere una actitud de firmeza y convicción, y una actitud de resistencia que ya querrían para sí los promotores del espectáculo.

Resulta curioso que la oposición asimilada se dedique a denostar a los que no van a participar, a los que frecuentemente abominan como minoría ruidosa, promotora de invasiones que no vendrían y de conductas esquizoides, en vez de convencer con la lógica suave de sus argumentos a los ciudadanos. Si son dirigentes, convenzan. ¿O no pueden porque la minoría no los deja?

Lo que es claro es que el niño expósito del “cese de la usurpación”, abandonado a las puertas de la MUD, ha sido transado inexplicablemente por el gnomo siniestro de las elecciones medianamente transparentes, con “habilitaciones” políticas pactadas y con garantías. ¿Dije garantías? Sí, para la continuidad del régimen.

Una de las cosas que menos se asume y es más clara es la función de las elecciones para Maduro. Hay quienes creen que es algo a lo que Maduro llega por la presión internacional y por tal razón –los de buena fe- caen en sus trampas. El proceso es como sigue: un sector de la oposición, la asimilada, lanza una campaña según la cual el único camino serio son las elecciones, estas u otras; convencen aquí a unos, más allá a otros, que se marean con el asunto de la participación y lentamente se meten en el corral. Una vez metidos allí los resultados a gran escala se saben (el régimen gana aunque las encuestas decían que la oposición tendría 18 gobernaciones, mínimo); los opositores logran 4 gobernaciones que pueden ser 5 o 6, o 3, dependiendo de los criterios de asignación convenidos. Cuando pasa el jolgorio, se asienta el polvo en el terraplén donde la fiesta ha tenido lugar, viene la más importante victoria del régimen: hundir en la depresión a los ciudadanos demócratas. Si jugaron la única y última salida, y allí fueron derrotados, ese espacio en el alma lo llena la desesperanza, el vacío. Es así como a Maduro le gustan las elecciones; han aprendido.