jueves, 28 marzo 2024
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Recrearse no es lujo, es un derecho

Nuestra columnista Luisa Pernalete, reciente ganadora del premio Monseñor Pellín, dedica sus líneas al cierre arbitrario del parque La Llovizna, una muestra de solidaridad con los guayaneses.

Mientras peor está la situación, más falta hace que los venezolanos nos tomemos tiempo para descansar, respirar profundo, bajar los niveles de estrés, recuperar fuerzas y ánimo. Y en el caso de los niños, niñas y adolescentes, descansar, jugar, recrearse, forma parte de su desarrollo. No es un lujo pues, ni puede ser visto como un privilegio. Y por si acaso, aquí les coloco los artículos que lo certifican:

“Todas las personas tienen derecho al deporte y a la recreación como actividades que benefician la calidad de vida individual y colectiva”. Artículo 111 de la CRBV.

Y en el caso de los NNA, los artículos 63 y 64 de la Lopnna. El 64 reza:

“El Estado debe garantizar la creación y conservación de espacios e instalaciones públicas dirigidos a la recreación, esparcimiento, deporte, juego y descanso”.

Y por si acaso, también la Convención Internacional de Derechos del Niño, en el artículo 31, que como se sabe, es de cumplimiento obligatorio para los Estado partes, es obligatorio.

Construida en medio de dos ríos hermosos, con parques naturales como parte de su identidad, permitía que unos minutos pudiera uno llegar al Cachamay o a La Llovizna y disfrutar de ese regalo de la naturaleza. No había visitante que llegara a Fe y Alegría Guayana que no incluyera en su agenda “ir a La Llovizna y al Cachamay”.

Ustedes se preguntarán que a qué viene toda esta introducción. Pues resulta que hace unos días nos enteramos de la ingrata noticia del cierre del parque La llovizna de parte de la Gobernación del estado Bolívar, “por mantenimiento”.

A mi edad, uno cree que lo ha visto todo: un país petrolero, sin gasolina; una “potencia gasífera” y los ciudadanos cocinando con leña; una ciudad entre dos grandes ríos, y hay sectores sufriendo de sed; un país que hace dos décadas exportaba electricidad a Colombia a Brasil, ahora en penumbra casi nacional; unas empresas hace dos décadas prósperas, ahora cerradas con sus trabajadores en sus casas; y ahora unos parques, regalo de la naturaleza, con unas instalaciones excelentes, con el río Caroní que no descansa, ahora “cerrados por mantenimiento”.

¿No es posible mantener esos espacios sin necesidad de cerrarlos? ¿Es muy complicado cortar monte con visitantes cerca? ¿Limpiar las cominerías es asunto de especialistas que hay que traerlos de otras partes? ¿Qué pasa en La Llovizna que no lo sepan los guayacitanos?

Yo no salgo de mi asombro. No creo que los ciudadanos se merezcan tanto castigo. El parque La Llovizna no es propiedad privada del Estado, es de los ciudadanos y es una posibilidad de hacer realidad el derecho al descanso y a la recreación.