martes, 19 marzo 2024
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Los primeros poemas escritos en Guayana

Varios hombres, hace 374 años, se desplazaron desde distintos puntos del país para reunirse en algún lugar del Orinoco. Allí se dedicaron, entre otras cosas, a redactar versos. Se dice que esos poemas son los más antiguos que se han escrito en territorio guayanés. | Foto cortesía

@diegorojasajmad

Necesitamos viajar al siglo XVII para saber cuáles fueron los primeros poemas escritos en Guayana.

Imaginar aquella lejana época es un ejercicio que, para cualquier venezolano de hoy, quizás no represente esfuerzo mental alguno: vías de comunicación inexistentes, peligros humanos y naturales que acechaban por doquier, falta de insumos y de atención médica, peleas de rastacueros que ansiaban más poder del que ya tenían, y una vida en la cual la bribonería y la violencia eran los diplomas para el ascenso social. En fin, un territorio que hacía amagos por cuajar y que aún no existía. Como el de ahora.

El historiador Elías Pino Iturrieta empleó una frase para describir el estado de aquellas cosas: un país archipiélago. Aunque el término lo usó para referirse a la Venezuela del siglo XIX, la verdad es que en los siglos precedentes no era muy distinta la situación. La desarticulación administrativa y territorial de aquel entonces hizo que cada región se desarrollara de forma aislada, haciendo del país un conjunto de islotes, donde cada zona lograba fermentar lentamente sus signos identitarios de dialectos, gastronomía, comportamientos e imaginarios particulares.

No es una exageración decir “país archipiélago”: en aquel tiempo, incluso hasta muy entrado el siglo XX, era mucho más rápido, cómodo y fácil ir a Europa o a cualquier otro lugar del continente americano que viajar dentro del propio territorio nacional. Por dar un ejemplo, Ramón Isidro Montes (1826-1889), en su diario, describe el itinerario que tuvo que realizar en 1866 desde Ciudad Bolívar hasta Caracas para ocupar el cargo de senador. El viaje duró mes y medio, a través de una embarcación que siguió el curso del río Orinoco e hizo escala en Puerto de Tablas (hoy San Félix), Barrancas, y luego a mar abierto con desembarcos en Puerto España, Carúpano, Pampatar, Cumaná, Barcelona y finalmente La Guaira, para de allí tomar un precario e incómodo transporte por tierra hasta Caracas. Las condiciones de ese trayecto entre La Guaira y Caracas no eran mejores y las describe Juan Manuel Cajigal (1803-1856) en su artículo de costumbres Contratiempos de un viajero (1839).

Solo si tenemos en cuenta la situación de las vías de comunicación de esos siglos podemos llegar a entender la importancia de la búsqueda de rutas, fluviales y terrestres, que enlazaran y dieran coherencia y sentido al país. Y en esa labor de encontrar y fundar caminos, la figura del barinés Miguel de Ochogavia tuvo una participación destacada.

A Ochogavia se le encargó la misión de encontrar una ruta fluvial que uniera Barinas con Guayana. De esa forma, las mercancías del llano, como el cuero, el tabaco, las plumas de garzas, entre otras, podrían encontrar salida más segura y rápida hacia Europa. A principios de 1647 partió Ochogavia en compañía de Fray Jacinto Carvajal (como capellán y relator de la expedición), además de otros 24 hombres. Se dividieron en dos grupos, uno que iría por tierra y otro por el río Apure y, luego de un poco más de mes y medio aproximadamente, tanteando rutas por diversos caños, lograron llegar a su destino, a Santo Tomé de Guayana.

La expedición fue recibida con festejos. En aquel año, 1647, Cristóbal de Vera era el maese de campo y teniente de gobernador capitán de la ciudad. Pedro de Padilla, por su parte, fungía como sargento mayor y alcalde ordinario de Santo Tomé. Y ambos, tanto Vera como Padilla, estaban al frente de la comitiva que recibiría a los expedicionarios. No fueron los únicos. Se sabe que también asistieron a las celebraciones Felipe Colón (de Margarita), Juan de Jaraquemada (maese de campo de la isla de Trinidad) y Juan Pacheco Quiñones y Viloria (con el cargo de asistente de Santo Tomé de Guayana).

De seguro hubo comida, bebida, música y algunos discursos para homenajear a los recién llegados. Pero hubo algo más: poesía. Todos estos funcionarios redactaron versos en homenaje al arribo de la expedición comandada por Ochogavia. Y no fueron los únicos poemas para la ocasión pues el mismo Miguel de Ochogavia, además de Fray Jacinto de Carvajal y Alonso de Padilla (este último parte de la expedición), también se contagiaron del entusiasmo de las musas y plasmaron en versos la hazaña que recién había culminado.

Todos estos poemas fueron compilados por Fray Jacinto de Carvajal para que formaran parte del libro que serviría de relación de la expedición y que tendría por título Jornadas Náuticas. Este libro estuvo perdido por varios siglos y fue encontrado en el Archivo Municipal de León, España, para ser finalmente publicado el año de 1892.

Trato de pensar en aquellas incipientes prácticas de la cultura letrada de la Guayana del siglo XVII: ¿Qué leían? ¿Cuáles serían sus fuentes y modelos literarios? ¿Cuál era el sentido y los usos de la escritura literaria? ¿Cómo serían las lecturas y discusiones de aquellos borradores en las sesiones de lo que pudiéramos llamar las primeras peñas literarias de la zona? ¿Cuáles materiales y soportes empleaban para trazar los signos y cómo era la circulación de lo escrito? Preguntas estas que pueden alimentar futuros trabajos de investigación.

Bartolomé Tavera Acosta (1865-1931) llegó a decir de estos poemas que fueron “los primeros versos escritos a orillas de nuestro hermoso río”; además de ser “las composiciones más antiguas que impresas se conocen, aparte de las del Rvdo. Castellanos”. Mientras no aparezcan documentos más antiguos que evidencien lo contrario, podemos afirmar, con Tavera Acosta, que sí, que esos son nuestros primeros poemas escritos.

Sin embargo, no hay que olvidar que la poesía en estos predios existió mucho antes, con otros formatos y soportes, en las diversas y ricas manifestaciones orales de la literatura de aquellas gentes del río y del bosque.

Pero esa es otra historia.

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La máscara, la transparencia: Este 22 de julio murió Guillermo Sucre Figarella. Nació en Tumeremo, estado Bolívar, el 15 de mayo de 1933. Fue poeta, traductor, miembro de los grupos Cantaclaro y Sardio. Dejó dos valiosos trabajos de crítica que, al día de hoy, se han convertido en obras fundamentales: Borges, el poeta (1967) y La máscara, la transparencia (1975), este último acerca de la poesía latinoamericana.

Placeres: “Después del placer de poseer libros, no lo hay más dulce que el de hablar de ellos”. Charles Nodier, 1829