jueves, 28 marzo 2024
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Libros raros, extraños y volátiles

Para celebrar el Día del Libro no se me ocurrió mejor idea que la de hablar de los textos más raros, extraños y volátiles que forman parte de mi biblioteca personal.

@diegorojasajmad

Para celebrar el Día del Libro no se me ocurrió mejor idea que la de hablar de los textos más raros, extraños y volátiles que forman parte de mi biblioteca personal. Llamo de esta forma -en alusión a un maravilloso libro de cuentos de Salvador Garmendia, Extraños, difuntos y volátiles– a aquellos ejemplares difíciles de hallar y que llevan entre sus páginas algunas anécdotas desternillantes, aterradoras o dramáticas en el proceso de escritura, impresión o distribución, en la vida del autor o en la callada soledad de los lectores; anécdotas que aumentan el interés por la posesión de esos libros y sirven de anzuelo para pescar la atención de nuevos lectores.

Libros raros, extraños y volátiles son, por ejemplo, el llamado Manuscrito Voynich, presumiblemente escrito a inicios del siglo XV por un autor anónimo, en un alfabeto desconocido y en una lengua indescifrable, y el cual exhibe varias imágenes proféticas e inexplicables. Otro libro de estas características sería el Codex Gigas, llamado también la Biblia del Diablo, del cual se dice fue elaborado en el siglo XIII, durante una sola noche, por un monje condenado a muerte. Para librarse de la pena, el monje prometió hacer un libro que contuviera la Biblia y todo el conocimiento humano. De entregarlo al amanecer, pediría a cambio su libertad. Al día siguiente, el monje fue hallado en su celda con un enorme volumen de 624 páginas, de un tamaño de 92 por 50 por 22 centímetros, y de un peso de 75 kilos.

Mi biblioteca es modesta, no contiene ni el Voynich ni el Gigas, pero atesora algunos libros que considero como raros y que conservo con aprecio. Uno de ellos es El universo al derecho, de Jorge Crespo Vivas, publicado en Caracas en 1956 y en el cual se intenta demostrar con cálculos, citas, ilustraciones y otros argumentos que oscilan entre la ciencia, la religión y el vulgar saber cotidiano que la Tierra es en realidad plana, como una moneda. Oigamos al mismo Crespo Vivas resumir las 346 páginas de su libro publicado por la Imprenta Nacional y dedicado al general Marcos Pérez Jiménez:

“Nuestra sincera oposición al sistema astronómico establecido, el cual está fundado en un castillo de teorías inverosímiles y a la vez interminables, desde luego que cada astrónomo por llenar cuartillas o hacer más confuso e incomprensible el sistema establecido, presenta cuanta teoría le sugiere el pensamiento, ya de carácter alarmante o no, con sólo dar por sentado el movimiento de la Tierra y, por tanto, su redondez esférica. (…) una Tierra que, desde nuestras primeras miradas, pasos y acciones nos dice lo que es: plana e inmóvil. Mas al avanzar en edad y entrar en estudio y coger una naranja, nos convencemos una vez más y sin esfuerzo alguno, que no puede ser como ella, desde luego que aun difícilmente podemos conservarnos largo rato parados sobre una esfera, con el ítem de que al descender de ella si no lo hacemos de un golpe, corremos con el peligro hasta de perder la vida, o por lo menos, el de salir muy mal parados. Esto, estando en pleno reposo; y si es en movimiento, más ligero comprendemos que nuestra Tierra no se mueve y ni es redonda, desde luego que claramente observamos que ni con la imaginación podemos colocarnos sobre ella”.

Quizás en nuestro continente, en la década de los años 50, época de oro de las dictaduras latinoamericanas, la dura realidad nos forzaba a ver el mundo plano, uniforme, sin arriba ni abajo, sin movimiento ni diversidad. Un mundo ancho y ajeno en el cual la esclavizante monotonía de los regímenes políticos anulaba una esperanzadora visión esférica. Este libro de Crespo Vivas es un asombroso monumento al fanatismo y a la obcecación.

Otro libro raro, extraño y volátil de mi biblioteca es Ovnis, de Antonio Nicolás Briceño Vásquez. Impreso en Mérida en 1969, el libro de Briceño, en sus 71 páginas, constituye un texto de divulgación acerca de la posibilidad de vida extraterrestre y de los viajes interplanetarios. En diversos temas que van desde la teoría del origen de la vida, pasando por la exobiología y la astronáutica, Antonio Nicolás Briceño manifiesta un enorme interés por las naves espaciales, interés surgido, como lo dice el mismo autor, desde el momento en que fue testigo del avistamiento de un platillo volador en la Sierra Nevada de Mérida, en el año de 1964, y cuya imagen plasmó en la portada del libro. Ese ferviente interés le llevó a iniciar una relación epistolar con George Adamski, célebre investigador norteamericano de la ufología.

Pero hasta ahora el libro no presenta mayor curiosidad ni se distingue de la inmensa bibliografía sobre el fenómeno ovni, a no ser que conozcamos la otra parte de la historia. Hacia la década de los años setenta, Briceño Vásquez se desempeñaba como profesor de la Universidad de Los Andes. Sucedió que el martes 1 de junio de 1976 Briceño Vásquez salió de su casa hacia la universidad y luego hacia la plaza Bolívar a tomar un café. Nunca llegó a su destino pues desapareció misteriosamente, encontrándose su vehículo en el camino, sin averías ni rastros de violencia.

La noticia de su desaparición fue publicada por la prensa regional y nacional y en ella se mencionaba el desconcierto de la Policía ante el inexplicable hecho, pues, luego de descartar posibles motivos de secuestro o venganza, no había solución posible al caso. En la nota de prensa publicada en El Nacional el 10 de junio de 1976 se mencionan las palabras de otro profesor, quien afirmó que Briceño Vásquez le había confesado el día anterior a su desaparición que había logrado hacer contacto con seres extraterrestres y pronto le daría más detalles.

La extraña desaparición y el hecho de que Briceño Vásquez era investigador del tema ovni, dio pie para que entre los merideños surgiera la leyenda del profesor de la ULA que posiblemente fue raptado por extraterrestres. Su libro quedó como testimonio de un misterio sin resolución y como clave para lograr el contacto con seres de otros mundos.

En mi biblioteca hay otros libros raros, extraños y volátiles, como el Libro Rojo de Jung, Quevedo en mí de Pedro María Patrizi o un manual del siglo XIX que intenta descubrir la personalidad a través de la forma de la cabeza, pero de ellos hablaré en otras ocasiones.

¡Feliz Día del Libro!

Otras páginas

Día del Libro. El 23 de abril de cada año se celebra el Día Mundial del Libro. Esta iniciativa de la Unión Internacional de Editores, que fue aprobada por la Unesco en 1995, ha calado hondo entre los aficionados a la lectura, quienes aprovechan la ocasión para organizar actividades alrededor de ese maravilloso invento de la humanidad. Se escogió ese día por la coincidencia de que el 23 de abril de 1616 murieron Shakespeare, Cervantes y el inca Garcilaso de la Vega. La coincidencia de la fecha ha aumentado, pues otros escritores de fama mundial han muerto o nacido ese mismo día, como Nabokov, Pla, Laxness y Wordsworth, entre otros. Aunque una mejor investigación histórica nos ha develado que Cervantes murió en realidad el día 22, y que Shakespeare murió el 3 de mayo, según el calendario gregoriano, la verdad es que la idea de un día para celebrar las maravillas de los libros no requiere de excusa alguna. Regalemos y regalémonos un día de buena lectura.

El libro de la semana. Nadie acabará con los libros, de Umberto Eco y Jean-Claude Carrière, publicado por la editorial Lumen en el 2010, es una deliciosa conversación entre dos amantes de los libros. Página tras página se nos sumerge en los avatares que el libro ha tenido en la historia y de su supuesta desaparición con el advenimiento de las nuevas tecnologías. Para Eco y Carrière, el libro se mantendrá por siempre, con distintos formatos, acompañando las angustias y sueños de la humanidad. Nadie acabará con los libros de Eco y Carrière es una obra que bien vale su lectura.

¿Qué es un libro? “De todos los instrumentos del hombre, el más asombroso es, sin duda, el libro. Los demás son extensiones de su cuerpo. El microscopio, el telescopio, son extensiones de su vista; el teléfono es extensión de la voz; luego tenemos el arado y la espada, extensiones del brazo. Pero el libro es otra cosa: el libro es una extensión de la memoria y la imaginación”. Jorge Luis Borges.

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