jueves, 28 marzo 2024
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Para seguir caminado con esperanza  

Hay un país que no se detiene, signo de solidaridad y perseverancia que le da ánimos a uno para seguir construyendo con esperanza, siempre con cable a tierra, pero sin dejar de caminar, sin acostumbrarnos a que es normal que las cosas estén mal.

@luiscaonpaz

“Le cuento, profe, que me dio paludismo y no pude integrarme a clases el día convenido, pero ya estoy mejor y ya estamos organizando el taller de cuadernos ecológicos con maestras y madres y padres del núcleo. Usted sabe que este sector está lejos de librerías, y además, los cuadernos están tan caros que las familias no pueden comprarlos. Nosotros los hacemos aquí. Las hojas limpias nos la regala gente buena, la pega la hacemos con yuca, ecológica también… y todo el mundo sale con sus cuadernos para sus hijos y para los hijos de otros”. Ese es el mensaje de comienzo de año escolar de la maestra Belkis, de un núcleo rural de Fe y Alegría en el estado Bolívar. Pero las historias de esta maestra no terminan con su taller de cuadernos ecológicos. Al día siguiente me cuenta que ya está organizando un arepazo para el sábado para ayudar a esos niños que ya se sabe que no están comiendo todos los días, ella conoce muy bien a los niños de la comunidad. Y para finalizar, me comparte que están haciendo una rifa para hacer unas actividades para el club de abuelos que ella y su familia animan… ¡No se cansa esa maestra! Cuando voy perdiendo fuerzas yo, me acuerdo de Belkis, y es como si me inyectaran vitaminas.

“Profesora, la compañera Jeny está buscando una medicina para su papá que tiene Covid ¿Usted sabrá de alguien que la pueda donar? Inmediatamente hice un par de contactos y me dieron el teléfono de una fundación que dona medicinas en Maracaibo, la ciudad de Jeny… La gente dispuesta a ayudar generosamente, si no es con todo, con algo que igual mitiga el sufrimiento de las personas. De paso se ponen a la orden para otra ocasión.

“Las ramificaciones de la solidaridad han aumentado”. Me lo comentaban en estos días uno de esos corresponsales extranjeros que vinieron a cubrir las elecciones y que había vivido en Venezuela hace unos años. “Estoy impresionado de la cantidad de gente solidaria, en todos los estratos. El país está muy deteriorado, pero ha crecido la solidaridad entre la gente”. Y es verdad. Me consta. El caso de la medicina es solo un ejemplo de esta semana pasada, pero uno ve solidaridad por todas partes.

Y ahora tienen que conocer a Abel, ¡todo un personaje! Tiene 23 años. Abogado, se graduó en LUZ con uno de los mejores promedios de su promoción. Hizo su servicio comunitario en Fe y Alegría de Maracaibo, dando charlas sobre la Ley orgánica sobre el derecho de las mujeres a una vida libre de violencia, y han quedado los vínculos. Es invidente. Nació con una enfermedad que le hizo perder la visión siendo niño. Súper inteligente. Toca saxofón, canta maravillosamente, es líder de una organización para invidentes. En el día en que escribo estas líneas recibo un mensaje de Abel: Fevic (Federación Venezolana de Instituciones de Ciegos) ha organizado un foro virtual sobre el tema “La autovaloración femenina”. Siempre está animado, y pensando más allá, siempre con un proyecto en puertas. Una persona como él siempre da fuerzas para seguir caminando.

¿Y qué me dicen de los maestros que perseveran a pesar de las dificultades? En estos días hablé con Edward, subdirector de un colegio de Fe y Alegría al oeste de Barquisimeto. “Ya no uso la bicicleta para ir al liceo, porque estoy muy cansado, pero con el trabajo que tengo en la tarde, en una pizzería, subsidio mi trabajo en educación. No puedo dejar a los muchachos”. ¿Qué les parece? Y como él, subsidiando su trabajo escolar, conozco un montón.

Menciono también a esos maestros que ya están pensando en cómo animar a sus estudiantes para diciembre, porque saben que, con la cuarentena prolongada, la tristeza e incluso la ansiedad, ha invadido a los alumnos, tanto niños como adolescentes. No cesan de inventar. Bien merecido tiene Fe y Alegría ese premio de Opus Prize, recientemente otorgado, en alianza con la Universidad Loyola de Chicago, por ser una institución educativa innovadora y por la forma de enfrentar problemas actuales. El premio, como bien lo dijo el padre Manuel Aristorena, director nacional del movimiento, es para todo el personal. Y eso sin dejar de exigir salarios decentes para los docentes de colegios subsidiados.

¿Ustedes se han dado cuenta de la cantidad de actividades formativas on line que hay y de las iniciativas favor de los derechos humanos, de la paz, de ayudas humanitarias? Unas pequeñas, otras más grandes… Foros, seminarios, cursos cortos. De hecho, cuando escribo estas líneas, recibo un mensaje de una compañera del Táchira: se ha conformado una red de Mujeres Constructoras de Paz, auspiciada por la Red-ialogo y tenían, por el Día mundial de la eliminación de la violencia contra la mujer, una primera actividad… El trabajo en red acompaña, anima, ayuda, y aunque no se participe en cuanta actividad se organice, uno se contenta de que existan tantas actividades.

Es posible que me tilden de ingenua, ya “comeflor” es un calificativo que me he ganado y a mucha honra -es preferible ser comeflor y regalar flores, que ser comecandela y andar echando fuego por ahí-, pero tengo mi cable a tierra. Este país está muy mal y necesitamos irlo construyendo paso a paso, día a día, mirando lo cercano y mirando más allá. Las velitas, en pleno apagón, ayudan a que uno pueda seguir caminado, junto a otros, escuchando, proponiendo, exigiendo a quien haya que exigir. ¿No se anima usted?