viernes, 26 abril 2024
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El agrio encanto del chisme

Es un comentario amañado, destructivo, de baja ralea, pero al tiempo es tentador de escuchar y difundir. Cuando estamos envueltos en ellos, lo hacemos como con la tele, para entretenernos, y a veces nos pone a pensar.

@RinconesRosix

Polémico el chisme. Es un comentario amañado, destructivo, de baja ralea, pero al tiempo es tentador de escuchar y difundir. Cuando estamos envueltos en ellos, lo hacemos como con la tele, para entretenernos, y a veces nos pone a pensar… pero que no sea sobre nosotros mismos, porque lo atractivo del chisme es justamente que descansamos de nosotros mismos, que nos olvidamos de nuestra propia vida.

Las altas motivaciones que tienen los seres humanos para chismear varían en un amplio espectro que va desde los ultravioleta hasta los infrarrojos. Sería fácil moralizar aquí sobre todas las miserias y sobre cuánto prejuicio, venganza, envidia pudiese haber detrás de los comentarios sórdidos, pero no es ese el caso que me ocupa.

El chisme es una manera muy natural y silvestre de obtener conocimientos humanísticos. A través de ellos, en medio de los agregados y omitidos, en medio de esas historias de hechura colectiva, de ese ejercicio de la imaginación a lo Roque Santeiro, siempre se esconde algo creíble, un misterio develado, una epifanía de la condición humana. El chisme nos entretiene porque nos revela sombras o sorprende nuestros esquemas y creencias o porque sus incógnitas nos intrigan. Sobre algunos protagonistas de historias o eternos blancos de chismes, porque hay un rasgo de esa persona que nos abruma u ofende o porque simplemente no los comprendemos y deseamos chismear -buscando compartir puntos de vista con otros- como una forma de estudiarlos, de tratar de saber quiénes son.

El gusto por los chismes es análogo al gusto por las buenas historias, por eso, dependiendo de cómo se le tome, y cuidando de no llevarnos a sus víctimas por delante, puede enseñarnos sobre los personajes y sus circunstancias, sobre aquello que nos hermana, sobre los giros del devenir, los claroscuros, las contradicciones. Porque si los seres humanos trabajamos el tejido de nuestra apariencia, la imagen que deseamos darle a los demás, la forma que deseamos que estos nos vean, el chisme está allí para delatar la imagen detrás de la máscara, o también puede ser el chisme vehículo de la intolerancia de la sociedad hacia cualquier nota que esta considere discordante.

Similar, pero en el mismo orden, están las historias de detectives. Éstos fisgonean sobre las vidas, buscan igualmente ilustrarse sobre los vaivenes de la conducta humana, sólo que son amantes de las evidencias y del método científico. En uno de los tantos casos estudiados por Hércules Poirot, el detective belga de las novelas policiales de Ágatha Christie. Este como es de costumbre empezó a descartar la culpabilidad o no de cada uno de los personajes sospechosos. Una vez resuelto el crimen, Poirot deliberadamente ocultó un detalle sobre la actitud evasiva de una de las descartadas, una profesora de un connotado colegio de señoritas. Después sabemos que la mujer en cuestión llevaba un embarazo aún clandestino y se protegía de ser juzgada en su lugar de trabajo. Poirot actuó como todo un humanista de oficio, un gentleman, y guardó silencio.