martes, 19 marzo 2024
Search
Close this search box.
Search
Close this search box.

Dictador, soberbio y además muy ordinario

Habla de unas elecciones, que él ganará de antemano. Pero, por cualquier eventualidad, ha puesto preso a una cincuentena de críticos y opositores y a todos los candidatos a la presidencia que le podían vencer y que sin duda lo vencerían en unas elecciones libres, lo que, para el caso sí se trata de ciencia ficción.

Me gusta el mondongo; callos, tripa, panza, guatita o como se le quiera llamar. Sé que no a todos les gusta. A mí me sabe muy bien, y lo he probado en decenas y decenas de recetas. Solo he titubeado en muy pocas ocasiones. Una vez fue con una sopa de panza, demasiado fuerte, que probé en una pequeña ciudad de Nicaragua, Masatepe, a unos 25 minutos de Managua. Fue Sergio Ramírez Mercado quien me dijo que en su pueblo se hacía la mejor sopa de mondongo de toda Centroamérica.

Conocí a Sergio Ramírez en marzo de 1985, en Managua a donde fui como enviado especial. Como presidente interino me recibió en el Palacio Presidencial. La entrevista era con Daniel Ortega, flamante presidente elegido en elecciones libres -¡qué tiempos aquellos!- con quien había concertado el encuentro dos semanas antes, cuando él estuvo en Uruguay para asistir a la asunción de mando del presidente Julio María Sanguinetti.

No estaba previsto, pero Ortega tuvo que viajar de apuro a Moscú para asistir a los funerales de Konstantin Chernenko.

En principio me pareció un fiasco. Me equivoqué. Comparado con Ortega, a quien había entrevistado para la TV en Montevideo, fue como el día y la noche. No fue en su caso un “revolucionario” pichón de Fidel Castro recién estrenado en el poder, como el titular. Todo lo contrario: me encontré con un hombre serio -que no estaba disfrazado con uniforme- fino, culto, amable y muy consustanciado con la causa y la suerte de su patria que por enésima vez recobraba la libertad, pero no por ello intolerante. Para nada.

Fue una suerte que Ortega fuera a rendir pleitesía a los soviéticos. El presidente interino -en una extensa y muy agradable entrevista-, me hizo conocer y entender qué era lo que había vivido Nicaragua, cuál su pasado, y lo que estaba viviendo en ese momento.

A principios del 2003, también en Managua, ambos presentamos el libro Tiempo de vivir de Claudia Lucía Chamorro Barrios, más conocida por su tercer nombre, Cayetana, que era el de batalla en la lucha contra Somoza. La hija del mártir Pedro Joaquín Chamorro Cardenal y de la expresidenta Violeta Barrios de Chamorro cuenta allí la tragedia de su hijo Tolentino que murió de cáncer a los 15 años. Un canto a la vida y un homenaje a su hijo. En el acto sumaron sus canciones los hermanos Mejía Godoy.

“Ay Nicaragua, nicaragüita…”. Las cosas fueron mutando en Nicaragua, pero a lo largo de los años nos reencontramos muchas veces con Sergio Ramírez y me fue poniendo algo día. Explicándome. Anticipándose con dolor y rabia.

Y como complemento sus libros; aprendizaje y deleite. Sus novelas y sus cuentos cortos. Entre estos, y ya de paso, quizás uno de los mejores que se ha escrito y no me canso de recomendar: La viuda Carlota.

Premios y reconocimientos repetidos y si alguna condecoración le faltaban hace unos días la dictadura lo acusó por “realizar actos que fomentan e incitan al odio y la violencia”. ¡Sergio Ramírez acusado, y requerido, por incitar al odio y la violencia! ¿A quién se le ocurre? Solo al dictadorzuelo. Se lo debe haber soplado oído su “socia”.

“Es que Ortega está loco”, me comentó un colega nicaragüense. Loco y sinvergüenza.

Se ve que los puso mal la última novela, Tongolele no sabía bailar. El libro fue censurado y secuestrado. Les ha dolido: una obra de ficción que desnuda y muestra la realidad tal cual.

Es que Daniel Ortega, además de ser un dictador y un soberbio, es muy ordinario.

No tiene freno ni límites. Ni en sus atropellos ni en su cinismo. Habla de unas elecciones, que él ganará de antemano. Pero, por cualquier eventualidad, ha puesto preso a una cincuentena de críticos y opositores y a todos los candidatos a la presidencia que le podían vencer y que sin duda lo vencerían en unas elecciones libres, lo que, para el caso sí se trata de ciencia ficción.

Y ahí está Ortega ahora transformado en pichón de Asad y de Maduro: casi cuatrocientos muertos, más torturados y perseguidos políticos y opositores, periodistas, médicos y defensores de los derechos humanos en el exilio.

Sigue en la OEA. ¿Cómo es posible? Y si sigue ¿por qué no se aplican los mecanismos para que en Nicaragua se respete la Carta Democrática Interamericana?

Hace unos días se cumplieron 20 años del atentado de las Torres Gemelas. Todos lo recordaron. Lo que nadie recordó es que también el 11 de setiembre se cumplieron 20 años de la aprobación, en Lima, de la Carta Democrática Interamericana. Y no fue en Perú por casualidad, sino como emblema y a la vez juramento de que regímenes como los de Alberto Fujimori no deberían repetirse jamás en el continente. Qué ilusos. Ortega es una prueba contundente de que estaban equivocados y de que el miedo o la hipocresía llega a extremos y de que hoy por hoy también se trata de un triste aniversario.

En tantos años y tantas charlas y lecciones solo dos errores puedo marcarle a Sergio Ramírez: cuando me dijo lo de la sopa y sobre de que esa vez Nicaragua recobraba su libertad en forma definitiva.

¡Más noticias!