viernes, 29 marzo 2024
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De mercachifle a importador

El barranquillero-libanés se topó en su frenético ascenso con personajes clave, que lo llevaron a un petroestado, reino de una reencarnación revolucionaria de Alí Babá.

La foto del pasaporte del barranquillero Saab Morán Alex Naín nos persigue a diario en medios nacionales e internacionales. Allí vemos su versión desaliñada, pre-testaferraje, con un peinado hacia atrás, con lo que imaginamos es una rala cola de caballo, nada comparable con la mata de pelo amarrada en forma de coleta que hizo popular Pablo Iglesias Turrión en España. Que no se la cortó ni siquiera para mostrar una imagen más varonil e higiénica, cuando ascendió a la segunda vicepresidencia en nuestra madre patria. En aquel tiempo Saab vendía llaveros en su barranquilla natal. Un negocio que lo obligaba a patear las calles de su ciudad, lo que apreciamos en las secuelas dejadas por los rayos ultravioleta en su rostro. Con una que otra huella de una travesura de infancia, una pelea de juventud o una riña con enemigos de cuidado, reflejadas en algunas de las cicatrices que sólo el escalpelo de un cirujano estético o unos modernos rayos láser pueden borrar.

También aparece de manera recurrente otra foto del colombiano, de padre libanés, donde resulta evidente que el llavero de pata de conejo rindió sus frutos, con una sobredosis de buena suerte para el bachaquero de estos adminículos. En este daguerrotipo tenemos a un Alex Saab peinado y maquillado por un estilista. Las cicatrices fueron rellenadas con una buena base y el frac no era alquilado, no señor, se lo hicieron a la medida, con las mejores telas y cortado por un sastre en un atelier de tronío. De la foto del pasaporte a la del frac se produjo un salto olímpico de garrocha, hacia una vida de lujo y opulencia con la que, seguramente, nunca soñó.

El barranquillero-libanés se topó en su frenético ascenso con personajes clave, que lo llevaron a un petroestado, reino de una reencarnación revolucionaria de Alí Babá. Una subversiva afrocolombiana de sempiterno turbante lo montó en su alfombra voladora con escoba propulsora para presentarlo a quienes cortan el bacalao de la rapacería y el expolio en el país del oro negro. La izquierda caviar se autoagasajaba a discreción -como siempre- mientras le entregó al baratillero contratos mil millonarios, para que construyera viviendas destinadas a los desposeídos, infortunados y proletarios.

Dicen que, con aquella boloña adjudicada directamente, no compró ni un saco de cemento. Por cierto, en aquel ágape también estaba un comunista encaletado, a quien tiempo después le otorgarían el Premio Nobel de la paz. Se entiende que tanto la Piedad como el Santo fueron fiadores y avalistas de su compatriota, que estaba entrando en las grandes ligas del saqueo y la depredación. Adjudicadores y garantes son ateos, por eso nunca sabremos hasta dónde el nombre de la una y el apellido del otro tuvieron alguna influencia en la perpetración de este timo binacional.

Con la contundente demostración de su rapacidad para el latrocinio, el barranquillero se ganó la confianza de los paganinis petrosocialistas. Entonces le entregaron millones de dólares para que importara ¿alimentos? para la empobrecida y hambreada población venezolana, y de paso le diera el tiro de gracia a quienes, todavía, producían en este castrocomunismo.

El exmercachifle de llaveros ahora convertido en flamante importador, organizó una red tan grande y ambiciosa que se extendió por tres continentes. Debía mostrar sus agallas y lo hizo sin pudor, al usar los dólares para enriquecerse y hacer todavía más ricos a quienes les entregaban una buena parte del erario público para adquirir alimentos. En breve tiempo, dominó el método castrista de comprar en mercados de segunda productos vencidos y de pésima calidad, empaquetarlos en México, por ejemplo, para “llenar” de porquerías las cajas CLAP, que los venezolanos pagan al precio que imponga la cúpula podrida.

Muy cómodo como testaferro, los jets privados llegaron a su hangar para que se movilizara con total libertad por todo el planeta. A pesar de su bajo perfil no pudo ocultar su lujoso tren de vida, y se convirtió en objetivo de experimentados sabuesos. Fue cazado por Interpol en Cabo Verde, donde está detenido. Desde el 13 de junio pasó del deleite del yacusi con champán, velas aromáticas y caviar a bañarse con totuma y un balde de agua. Para sus deposiciones cuenta con una letrina instalada en su propia celda, todo un detalle de la hospitalidad africana. Pero Saab y Baltasar Garzón no dejan de quejarse urbi et orbi, porque al barranquillero le violan sus derechos humanos en una celda oscura de 2×2. ¡Qué dirían los presos venezolanos si pudieran protestar!

Agridulces

Con terrorismo de Estado pretenden “prevenir” la pandemia en esta tiranía. Un tricípite conformado por militares, policías y colectivos reprimen, persiguen, detiene y golpean a los infractores, a quienes también someten a trabajos forzados.

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