martes, 19 marzo 2024
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Corte Penal Internacional: Carpetazo avisado

La Corte Penal Internacional, CPI, es un órgano cuyo objetivo es asegurar que los más graves crímenes no queden impunes. No fue creada para deponer gobiernos. De hecho, tampoco ha depuesto ninguno.

@omarestacio

“Un bofetón a las víctimas de los crímenes de lesa humanidad perpetrados por Maduro y su pandilla”. Así cabe resumir la abstención, en el caso Venezuela, de la exfiscal de la Corte Penal Internacional cuyo colofón, se concretó el pasado martes.

La Corte Penal Internacional, CPI, es un órgano cuyo objetivo es asegurar que los más graves crímenes, no queden impunes. No fue creada para deponer gobiernos. De hecho, tampoco ha depuesto ninguno. Aún más, su ya largo, tedioso, opaco desempeño, registra el ejemplo de otro jefe de Estado que puede ilustrarnos al respecto. Después de decretada su captura por la CPI, Omar El- Bashir siguió tan campante una década, casi, desgobernando en Sudán. Hasta que al final, abril de 2019, fue barrido por factores internos. Todavía permanece en Karthoum, fuera del alcance de la CPI, preso (¿o semiprotegido?) por sus mismos compinches que lo derrocaron.

Quienes esperen que una improbable orden de captura librada por la CPI contra Nicolás Maduro Moros y altos funcionarios de su desgobierno, producirá, ipso facto, su ansiado derrocamiento, deben desengañarse. Lo debilitaría más, lo desacreditaría más, lo aislaría más, pero tampoco hay que olvidar que al mandón felón, además de su falta de escrúpulos, lo apuntalan gobiernos tan gamberros como el suyo, Rusia, Irán, Turquía, la Cuba castrista -de mamporrera impenitente, la califica el jurista de fuste, Iván Arango Avendaño- China, menos gamberro, pero mucho más vigoroso que los cuatro primeros.

Pocos entes, en el ámbito multilateral, con tantos y tantos escándalos, en cantidad y tonelaje, como la CPI y más específico, sus exfiscales jefes: Acosos sexuales y laborales; demandas judiciales, por tales causales; indicios vehementes de prevaricato por asociación con contratistas de obras públicas, v.gr., del gobierno libio; vinculaciones con el bufete panameño, legitimador de capitales, Mossak-Fonseca; centenares de miles de dólares de dinero negro, depositados en las cuentas de uno de los exfiscales y de su cónyuge, en la banca off-shore uruguaya (“¡Che, si la ‘guita’ de la CPI, no me daba el cuero!” se habría excusado el muy sinvergüenza).

Al final, la fiscal saliente el martes pasado, se abstuvo de tramitar el avance del caso Venezuela, de la etapa de examen preliminar a la fase de investigación. Las víctimas -incluidos sus familiares- de crímenes gravísimos perpetrados por Maduro y sus secuaces, se quedaron esperando que la señora hiciese buenos sus ofrecimientos, semanas atrás, de impartir justicia. La pretensa diatriba entre la fémina y factores de la narcotiranía, fue el pretexto. “Tongo” se denomina en el ambiente deportivo toda refriega ficticia, bufa, previamente negociada por las mafias, del balompié, del mundo de Fistiana, de la lucha libre, para engañar a los aficionados incautos. Los mencionados dimes y diretes, fueron vulgar “tongo”.

La alta funcionaria, en compañía de su marido, ya había sido sorprendida traficando influencias ante banco de los Emiratos Árabes Unidos, para descongelar decenas de millones de dólares de origen ilegítimo; descubierta, manos en la masa, en conciliábulos ex-parte, a escondidas y no tan escondidas con agentes del gobierno de Venezuela, lo que agrega elementos a la colusión que pudo haberse concretado el martes pasado y aquí llegamos adonde no quisiéramos haber llegado: A las denuncias de Walter Márquez, diputado emérito, venezolano, contra la dama (ver su libro: “Negligencia y Corrupción de la fiscal Fatou Bensouda: de la Corte Penal Internacional en el caso Venezuela”.

Pese a lo contundentes y muy bien documentados, los señalamientos de Márquez, fueron saltados a la torera por las instancias disciplinarias de la CPI. Me honro en haber participado en esa gesta, de la que habría que concluir que la funcionaria saliente no actuó en solitario, sino con la ciencia y concupiscencia de influyentes cómplices en la instancia judicial.

Nos contábamos entre quienes presagiamos el carpetazo en la CPI del martes pasado. La abstención de la dama era guerra avisada que pudo ser peor. Por algo la mala prensa que se ha labrado tal instancia judicial, utiliza el remoquete de “Mafia de las Togas”, para referirse a los traficantes de influencias que merodean en su entorno.

¿Quiere decir lo anterior, que los venezolanos -las víctimas de los crímenes atroces de la narcotiranía, en particular- debemos resignarnos y cejar en nuestro empeño de demandar justicia ante la CPI?

Escribía Ghandi: “Cuando veas una injusticia, repárala con tus propias manos. Si no puedes repararla, denúnciala. Y si tampoco puedes denunciarla, guárdala en lo más profundo de tu corazón”.

Ciframos pocas esperanzas en el referido antro judicial. Quizás, tal vez, no es imposible que su nuevo fiscal jefe le insufle nuevos ánimos de decencia. Le tomaría tiempo hacerlo. Aun así, los venezolanos de bien, no debemos ceder espacio alguno en la sed de Justicia, para nuestras víctimas. Y si se siguen corrompiendo, los seguiremos acusando.