jueves, 28 marzo 2024
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Aplastados

Desde hace muchos años se sabe que habitamos un país de pinga, laxo hasta lo increíble, donde la coima y todo su protocolo acuoso levantó de la modestia a mucho inescrupuloso y malviviente.

Por estos días están de moda espacios para lo verificable, para la certeza, para la verdad cruda y simple. Ahora resulta que el vasallo estaba desnudo y nosotros estábamos empeñados en verlo vestido.

A ese hijo de la dulcera del Barrio Tricolor, que llegó sin muchas luces a ser letrado, integrante estratega de la banda de los enanos: malandros tribunalicios, ¡bingo!, lo han descubierto, lo sapearon en el imperio, le dejaron el fundillo al aire y lo están juzgando por lavado de trapos grasientos en la misma cueva del capitalismo.

Desde hace muchos años se sabe que habitamos un país de pinga, laxo hasta lo increíble, donde la coima y todo su protocolo acuoso levantó de la modestia a mucho inescrupuloso y malviviente. Ellos, una minoría, hicieron de esa manera de vivir su éxito cacareado, pagando costosos lobbies y blindándose con la otra parte de la política venezolana (la oposición). Véase a los chicos Derwik: se orinaron en todo el mundo y lo siguen haciendo. Sin ninguna experticia, más que las relaciones de sus padres y allegados, lograron robarnos más de 5 millardos en aquella famosa crisis eléctrica. Allí están, no los tocan, son hombres de suerte echada.

Por estos días han descubierto que este ladrón llano y simplón es nada más y nada menos que un financista duro y curvero de una banda de malandros que se hacen llamar luchadores sociales al servicio del país que busca afanosamente su extraviada, hurtada, violada o qué sé yo, democracia o algo parecido a relajo de pocos en descargo de muchos.

Definitivamente, la democracia da para mucho en este país aplastado por la falta de todo pero sobre todo por la carencia de escrúpulos.

Ahora resulta que el tuerto sortario es más millonario que lo que la gente presupuestaba y tenía tantos dólares que lo que da es cochina envidia en la sociedad de bagres boñigosos que merodean el tesoro nacional.

Definitivamente este país se lo robaron con furia y nosotros estábamos en un juego perverso detrás de los perniles voladores y las cajitas de carbohidratos con ruedas compradas en la tierra de los charros.

Hasta la carroza vieja y tintosa de Osmel estaba metida en la mansión recién expropiada del tuerto. Enseñaba a comportarse en sociedad a esa familia encumbrada con nuestros reales: de tierrúos a multimillonarios. Anoten: viene una película en camino.

Osmel y su máquina de belleza que desdeña de nuestras bellezas de ébano, el preparador de niditos de amores y amoríos, el competidor de lo más fashion que ha parido esta tierra de gracia: Carolina Herrera, al parecer ya no es el empleado del sortario vendedor de trapos, bisuterías y constructor de imposibles que es una caja automática bien aceitada que cambia cuando ve en el panorama otro huésped mirafloriano o un hombre de uniforme de rango alto. Llegó el vendedor de cortes baratos, baisano, el que se quedó viendo los abiertos campos de Ciudad Lebrún.

Somos una sociedad de cómplices, le prestamos poca atención a cómo ciertos vivos promedios se han convertido en potentados y compradores de voluntades, el tuerto, el enano ahora en desgracia, como el amante de mises, con pedigree revolucionario, que tiene meses y que en manos del gobierno y según le han quitado hasta la inclinación de la cabeza, el de los cien apartamentos en Dubái, el primito de rojo rojito, el que se fumó a Pdvsa con furia y anda por tierras italianas emprendiendo la gran cruzada por el rescate de la patria… ahhh pero antes se le ha visto tratando de liberar a su primito el Chacal… qué vientre, Dios mío, qué vientre, como para clonarlos y soltarlos en el imperio para implosionar a los Yankees.

Somos un país tan trágico pero también tan, pero tan de pinga, que lo que dan es ganas de llorar.