jueves, 28 marzo 2024
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Esa agridulce polémica llamada literatura juvenil

Odiada por unos, amada por otros, la literatura juvenil se ha convertido en el epicentro de una discusión acerca de su valor y calidad. Magos, vampiros, lobos, jóvenes desenfrenados por la aventura y la iniciación a la vida sexual, son algunos de los personajes de este género que no termina de ser aceptado por todos.

@diegorojasajmad

No hay modo de hablar de la literatura juvenil sin sortear los titubeos y las vacilaciones. Por más que existan colecciones, premios, autores, foros, festivales, textos críticos y editoriales especializadas en el género -todo un mercado que genera y mueve enormes ganancias-, apenas se rasca un poco sobre su brillante barniz y aparecen, orondas, las dudas acerca de su valor y naturaleza.

Hay quienes adversan con profundo resquemor este tipo de literatura y ponen el grito al cielo si llegan a ver a algún joven atrapado en las páginas de Wattpad o de libros como Bajo la misma estrella, Los juegos del hambre, Crepúsculo, La sombra del viento o Cazadores de sombras. Catalogan a estas obras como “perjudiciales”, llenas de tramas y personajes insulsos, indignos de la verdadera literatura, y afirman que no pasan de ser simplones remedos de las grandes obras a las cuales los jóvenes deberían acercarse si en realidad desean experimentar la belleza y profundidad del lenguaje. “¿Para qué literatura juvenil si la literatura, sin adjetivos, ya está ahí para ofrecerles un apasionante mundo?”, dicen a mansalva.

Del otro lado de la acera están los autores y lectores que valoran positivamente este género y argumentan, palabras más, palabras menos, que los jóvenes necesitan de una literatura que les hable desde sus propias palabras, intereses, gustos y preocupaciones. “¿Cómo pueden los adolescentes verse representados en el fastidio de La Ilíada, El Quijote o el Mio Cid?”, denuncian cual si fuesen miembros de un escuadrón especial contra el aburrimiento.

No hay modo de conciliar ambas posiciones… Aunque, pensándolo mejor, quizás sí exista un punto donde logren encontrarse…

Así como existe una larga tradición de la literatura infantil, con sus códigos, formatos y lenguajes dirigidos especialmente al público de más corta edad, no debe de extrañar que haya surgido una literatura construida sobre los discursos y relatos acerca de los cambios físicos, sociales y psicológicos que manifiesta y caracteriza a un adolescente. De esta manera, las ansias de independencia, rebeldía, autonomía, búsqueda de identidad y sentido, son las tramas que los escritores de literatura juvenil emplean a consciencia como anzuelo para ganar lectores. Un joven que se siente distinto a los demás (vampiro, lobo, mago, con desconocidos superpoderes) y que poco a poco y por casualidad descubre que posee otro origen familiar, que le exige un reto y un destino, son relatos sublimados de lo que todo joven padece en su proceso de transición hacia la adultez.

Para que pudiera existir una literatura juvenil debió primero surgir una consciencia del sujeto joven. Antes, el paso de la niñez a la edad adulta se realizaba sin fases intermedias, y se simbolizaba con el cambio de los pantalones cortos a los largos (en el caso de las mujeres, la fiesta de quince años era la iniciación). No existía el joven o adolescente, como grupo diferenciado. Solo será a mediados del siglo XX cuando estos se subleven y quieran hacerse notar con nuevos peinados y vestimentas, nuevos ritmos en la música, nuevas relaciones sociales y metas. Los Beatles fue el grupo que simbolizó el surgimiento y auge dela juventud como nuevo sujeto social con voz y presencia en el mundo.

Así como ocurrió con la música, la necesidad de historias protagonizadas por jóvenes, que hablaran su misma jerga y pasaran por los mismos dilemas y sueños, fue en aumento, y enello el mercado editorial vio una oportunidad. Uno de los intentos más exitosos que se tomó en esa dirección fue la novela del escritor norteamericano J.D. Salinger, El cazador oculto, conocida también como El guardíán entre el centeno. Publicada en 1951, es una novela donde el mundo del adolescente se tornó protagonista, convirtiéndose en poco tiempo en libro de culto.

Para el caso venezolano podríamos mencionar a Piedra de mar, de Francisco Massiani, como una de esas primeras novelas que asume el asunto juvenil como tema literario. Publicada en 1968, cuando Massiani apenas contaba con 24 años, la novela atrajo de inmediato el interés de los lectores, sobre todo de los más jóvenes, resultando todo un éxito de ventas. No había ningún secreto ni truco en ello: el libro hablaba de jóvenes, de la juventud caraqueña de clase media, usando un lenguaje claro y sencillo, con los modismos de entonces.

A medio camino entre lo que podría ser una literatura infantil y otra que se supone para adultos, la literatura juvenil defiende su existencia en las demandas lectoras de un destinatario de transición, que resulta ser él mismo de acuosa identidad, de nada fácil definición y que requiere de discursos donde pueda verse representado. Quizás aquí podamos hallar el punto de encuentro entre las dos posiciones antagónicas acerca de la literatura juvenil: es cierto que no todas las obras juveniles tienen una mínima calidad literaria que pueda formar el criterio estético de los lectores (eso ocurre en todos los géneros), pero si un joven ha tomado la decisión de leer y dejar a un lado otras actividades,quizás de mayor atractivo, la labor que sigue a la familia, maestros y promotores de la lectura es la de aprovechar ese gesto, subir el nivel de exigencia y, sin ofensas ni críticas, y con mucho ingenio y creatividad de vendedor, poner en sus manos otros libros que ensanchen sus puntos de vista. Si ha mordido el anzuelo de la lectura, no importa con cuál libro, ahora hay que mantener el interés con nuevas y más nutritivas carnadas.

Luis Beltrán Prieto Figueroa, en un maravilloso y premonitorio texto de 1955 titulado La magia de los libros, había advertido acerca de este trascendental trabajo de poner libros en las manos de los jóvenes: “Delicada es la misión de seleccionar libros para la juventud porque más que conocimientos de la literatura de una época, de los valores de los grandes libros, se necesita una clara intuición de los gustos de las generaciones de jóvenes. Más que ciencia, se precisa un gran tino para llegar en forma sutil al corazón de los jóvenes, valiéndose del mensaje contenido en los libros”.

Convertir a los jóvenes en lectores es una larga y amorosa faena de empatía y descubrimiento, y la literatura juvenil, sea cual sea su signo, puede ayudarnos a emprender ese beneficioso quehacer.

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– Escritores valerosos y pusilánimes: “Hay escritores valerosos y escritores pusilánimes. El escritor valeroso es el que revela su verdad aun contra todos los prejuicios de la tribu, el que plasma en la palabra lo que le estaba quemando el espíritu, el que no teme ser impopular para transmitirnos su razón interior. […]. El escritor pusilánime se escuda en su follaje retórico, en el adjetivo cómplice y encubridor. La gramática le sirve de viciosa hoja de parra”. Mariano Picón Salas.

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