viernes, 29 marzo 2024
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Regresar el concepto de libertad al debate político es fundamental para luchar contra las tiranías latinoamericanas

José Guédez Yépez considera que los pueblos de América Latina no sufren del síndrome de Estocolmo y siguen luchando contra estas tiranías conscientes de que solo “habrá progreso económico y bienestar social sin democracia ni Estado de derecho”.

Gracias a eventos como la Cumbre de la Celac y la Asamblea General de las Naciones Unidad, los conceptos de libertad y democracia volvieron al centro del debate político.

Esos dos conceptos estuvieron detrás del momento más álgido de la recién celebrada cumbre que reunió a los mandatarios latinoamericanos. Varios presidentes protestaron compartir la tribuna con Nicolás Maduro. Asimismo, esas palabras fueron el centro del discurso que el presidente Joe Biden ofreció a América Latina desde la ONU.

Para el analista político venezolano, José Guédez Yépez, la reciente derrota del peronismo en las urnas es una prueba de que los conceptos de libertad y democracia están regresando al debate político latinoamericano, según un artículo publicado en la revista Politika de la Universidad Católica Andrés Bello.

Para Guédez estos conceptos estaban desapareciendo del ámbito político debido fundamentalmente a la acción de los regímenes de Cuba, Nicaragua y Venezuela.

El analista explica que estas tiranías han intentado normalizar un paradigma distinto al de democracia intentando transmitir a la sociedad el mensaje de que “la libertad económica es la única que importa y que la democracia es un lujo del que se puede prescindir, o incluso una debilidad o estorbo para el funcionamiento de un Estado eficiente”.

Guédez señala a China como “el gran referente de este paradigma” según el cual “la prosperidad económica se puede conseguir sin libertades políticas. Autoritarismo con libre mercado, como otrora se vendieron también algunas dictaduras de derechas”.

Interpretación de las protestas

Como ejemplo de esta tendencia el autor del artículo coloca el reciente episodio de las protestas en Cuba y la estrategia del régimen de la isla en enfatizar que las razones de las revueltas fueron puramente económicas. “Hicieron maromas para ocultar que el pueblo pedía libertad y democracia después de décadas de tiranía opresora. Por el contrario, destacaban temas económicos como las sanciones y las consecuencias de la pandemia”.

Lo mismo, señala, ocurrió en Nicaragua con la rebelión popular de 2008 contra el régimen de Daniel Ortega, que quiso interpretar la revuelta “como un asunto puntual sobre pensiones y no como la exigencia legítima de libertad y democracia”.

“Luego de eso impusieron la dinámica electoral para unas alcaldías que obviamente no resolvieron ningún problema dentro del contexto tiránico que existe ahí. Ahora, nadie es capaz de decir nada ante el recrudecer de la más atroz persecución que lleva Ortega adelante con miras a lograr nuevamente una reelección de forma fraudulenta”, agrega el analista.

Síndrome de Estocolmo

Sobre el caso de Venezuela, Guédez asegura que el mismo “paradigma normalizador se extiende entre algunas élites. Considera que el régimen de Nicolás Maduro tiene una agenda cuya intención, más allá de la economía, es reclutar dirigentes políticos para relanzar un estilo de hacer oposición alejado de la promesa de libertad. Despolitizando el discurso con énfasis exclusivamente en lo social y proselitista. Es como si de repente hubiera pasado de moda la democracia y el problema ya no fuera la dictadura”.

El analista considera que los pueblos de América Latina no sufren del síndrome de Estocolmo y que los pueblos de estos países siguen luchando contra estas tiranías conscientes de que solo “habrá progreso económico y bienestar social sin democracia ni Estado de derecho”. Por el contrario, culpa a una élite de “una agenda e incluso de una construcción intelectual diseñada para vender la rendición como una estrategia sensata y efectiva”.

Guédez considera que el concepto de “libertad” es el único capaz de movilizar a las masas y alejarse de “lo que representan estas tiranías criminales” porque, recalca, “la democracia no tiene sustituto”. En este sentido, explica que todo lo demás es complicidad, de buena o mala fe, que traiciona al pueblo que resiste cada día. Cualquier matiz que desdibuje la promesa de libertad proviene de la maldad o de la estupidez”.