Como venezolana de estos tiempos me permito cuestionar el papel del premio Nobel Pablo Neruda, quien sirvió lacayunamente al comunismo soviético. Lo que copia otro Pablo, de apellido Iglesia.
El sector agropecuario está dejando constancia para la historia de esas dos Venezuela que luchan férreamente por el derecho a delinear el futuro de nuestra nación.
Puede decirse que en las zonas mineras de Guayana existe una minoría de desalmados explotadores, y una mayoría explotada de manera inmisericorde. Conformada por un inmenso contingente de pobres, que el socialismo del siglo XXI expulsa todos los días de las ciudades.
El llamado socialismo del siglo XXI ha sido un fracaso más de una política ideológica comunistoide. En nuestro país, en manos de individuos sin formación suficiente, incompetentes y muchos de ellos bastante corrompidos.
En nuestra región no estamos exentos de las charadas de acuerdos como la exhibida al país. En el presente momento no hay instancia de la vida de Guayana que no esté en los cálculos de la revolución para conculcar el espíritu de transformación de desarrollo y sosiego social.
La cúpula del socialismo del siglo XXI no improvisó con relación a este compromiso con el ñangarismo internacional.
La gran mentira alrededor del socialismo del siglo XXI es sobre el cálculo de su fuerza real, lo que no implica que no tenga recursos a la mano, y que los quiera y pueda usar.
El feminismo en estos tiempos del me too es excesivo, porque en nombre de la igualdad se profundiza la brecha entre el hombre y la mujer. Se fomenta un odio contra el varón que tendrá graves consecuencias en la juventud.
Con la comunicación amplia y libre la ciudadanía tiene una responsabilidad especial en la coyuntura dramática que enfrentamos en el presente venezolano.
En revolución un preso político jamás es presunto. La presunción de inocencia es letra muerta que solo sirve como ornato constitucional, y es absolutamente irrelevante cuando alguno de la cúpula podrida ha decidido meter en chirona a quien le dé su realísima gana.