La falta de insumos de protección personal, el nulo mantenimiento a los equipos y los pocos protocolos de seguridad siguen generando accidentes fatales dentro de las empresas básicas.
La caída de la producción y la pérdida de beneficios ha ido mermando la calidad de vida de los sidoristas, con un salario que no les permite alimentarse apropiadamente, quedan aún más vulnerables ante los problemas de salud.
En la piel o en la mente todavía quedan las marcas del lunes 13 de septiembre de 2010. 17 familias aún lloran las muertes que ocasionó el accidente de la aerolínea estatal.
30 trabajadores de Masisa fueron despedidos, según denunciaron este lunes sus compañeros. En Sural, en cambio, señalan que ganan menos de un dólar al mes lo que les impide tener una vida digna.
Álvarez es el único trabajador de Ferrominera Orinoco que sigue privado de libertad. Con nueve años detenido y actualmente en la cárcel El Rodeo II, su caso parece olvidado por la justicia venezolana.
En abril de 2008, el entonces presidente Hugo Chávez nacionalizó la Siderúrgica del Orinoco, empresa en la que Pedro Candurí trabajaba como obrero. A partir de entonces comenzó un progresivo declive económico de su familia. Por eso, en sus ratos libres, trabajaba como taxista con su carro. Paolis Candurí, su hija, cuenta en este podcast cómo ese oficio enfrentó a su padre con la muerte.