En las comunidades, la “normalización de la crisis” es una dimensión que manejan los vecinos, con destreza e intuición. De ello depende la familia, una economía de utilidad hasta que se produzcan los cambios verdaderos.
La propuesta tiene como objeto la conservación de la memoria histórica, el afianzamiento de la cultura revolucionaria y la preservación de la identidad, afirmó el diputado oficialista Cristóbal Jiménez.
En la cumpleañera Ciudad Guayana nos cuesta a todos visualizar la identidad que va esculpiéndose, pero lo concreto es que sus dirigentes andan por su lado, y por otro, la franja donde van los guayaneses.
Pero con la invasión rusa a Ucrania en febrero, el barniz terminó de caerse. Vaciada de maquillajes, la nefasta violencia rusa se muestra desnuda en su sed imperialista y una confusa relación de amor y odio con Europa.
No presenciamos un cambio de época, tampoco de era dentro de la historia humana, sino una ruptura epistemológica. El tiempo es el no tiempo.
Entre mayo y julio es temporada de la fruta. Al mango lo llaman en Maracaibo “el quitarruido”, pues calma temporalmente los sonidos intestinales típicos de cuando una persona experimenta hambre.
Los guayaneses se hastían de pedirle a Hidrobolívar que resuelva los problemas del servicio de agua y la respuesta es un rito repetido de “explicaciones” que la comunidad percibe sin verdades.
Según la Encovi 2021-2022, el 94,2% de los venezolanos es pobre de ingreso, es decir no tiene el salario para adquirir una canasta alimentaria familiar.
No es la primera vez que el gobierno oficialista hace este tipo de cambios a los símbolos de la capital, lo que cambia ahora es que estos fueron ‘elegidos’ a través de un concurso que no contó con la debida difusión en medios de comunicación.
El declive se inicia desde el momento en que se infringen las mejores leyes de la manada, y este colapso es visible y peligroso, cuando los iluminados de la nación son incapaces de contener el derrumbe moral.