“Quiero invitarlos a todos ustedes, que los conocieron y a los que no, a que los honren con una oración, con sus palabras, con sus acciones, con sus pensamientos”.
A partir de ese debate sobre la figura del arrojado surgió una autocrítica lapidaria sobre los estragos de confiar en aventureros armados que vendrían a “salvarnos” de los conflictos.