jueves, 28 marzo 2024
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Maracaná desafía a la violencia de Guatemala

Una cancha de arena llamada como el mítico estadio de Río de Janeiro se levanta en el centro histórico de la Ciudad de Guatemala rodeada de violencia y que este fin de semana estuvo desierta gracias a la cuarentena del Covid-19

Guatemala.- Los domingos suelen ser días de fútbol en el Campo Maracaná.

Días en familia para ver un espectáculo por el que se espera toda la semana.

Esta cita no es en el norte de Río de Janeiro, sino en un barrio contiguo al centro histórico de la Ciudad de Guatemala que tiene fama de ser una zona roja.

Años atrás, en La Limonada, como se le conoce a este asentamiento humano, muchos partidos de fútbol se jugaban a la vista de gente que se apiñaba en las escaleras de los pasillos reducidos que se abren paso entre las casas.

Así, desde las alturas todos seguían la actividad deportiva dominical sin bajar al campo.

Pero ahora la posibilidad de ver el fútbol mucho más cerca y convivir en familia alrededor del campo es una realidad.

Todos los domingos, salvo el de hoy y otros por venir por culpa de la amenaza del coronavirus, hay jornada de la Liga Deportiva Maracaná, en la zona 5 de la capital guatemalteca.

Y La Limonada se nutre de curiosos. El América es el equipo más ganador de todos pero en la última cita El Esfuerzo le plantó cara sin complejos.

El terremoto de 7,5 grados de magnitud que devastó un tercio de Guatemala en febrero de 1976 provocó la muerte de unas 23.000 personas. Poco después surgió la cancha de arena más famosa de la ciudad, en medio de un área ocupada por miles de familias.

Para la reconstrucción de viviendas se necesitaba arena «y las máquinas llegaron a traerla al área, pero pasada la emergencia quedó la forma de un campo y desde entonces es parte del patrimonio de la Municipalidad de Guatemala y de los vecinos de La Limonada», dijo el periodista Édgar López, quien creció y jugó allí hasta que sus rodillas no dieron más.

Con esa pared que formó el risco que quedó al costado del rectángulo, plano ideal para jugar fútbol y el hecho de estar rodeado por las casas de tabicón sobrepuestas entre sí, como una ‘favela’ de Río de Janeiro.

Luego el fútbol jugado en cualquier esquina, y el ímpetu de los jóvenes corriendo tras un balón condujeron al nombre del mítico estadio brasileño Maracaná.

El asentamiento, en el que viven más de 100.000 personas, es también es uno de los 5.464 puntos de riesgo deslizamientos y derrumbes del país que evalúa la Coordinadora Nacional para la Reducción de Desastres, cuyo mar gris de viviendas contrasta con el óxido de los techos de aluminio, hasta que se pierde la vista.

El barrio La Limonada es una zona roja en Ciudad de Guatemala.

El acceso no es fácil y lo más indicado es coordinar la llegada con algún vecino. Pero a la hora del fútbol, familias y aficionados comparten sin problemas.

Antes, la historia era otra, con la violencia y la criminalidad a tope. Hay quien recuerda que los grupos criminales del lugar secuestraban autobuses de pasajeros para robar y la zona 5 es uno de los sectores más peligrosos y violentos de la capital.

Ahora, cerca del Maracaná todo es un recuerdo y un estigma de una población creciente, que se toma cada ladera de espacio disponible.

También ha descendido la violencia a nivel nacional, con una media de 21 homicidios por cada 100.000 habitantes, como cerró 2019 -con 3.578 asesinatos-, en contraste con la media de 46,4 en 2009, el mayor pico posguerra en Guatemala, según registros policiales.

La capital aún vive con una de las tasas más altas del país en cuanto a homicidios, al cerrar 2019 con 65,5 asesinatos por cada 100.000 habitantes y forma parte de la «epidemia» violenta, como considera la Organización Mundial de la Salud a un territorio que sobrepasa tasas de 10 homicidios por cada 100.000 habitantes

   Albañil y pintor de casas «desde siempre», Mejía -como prefiere identificarse-, un referente del lugar de 68 años cierra los ojos para pensar cuántos años le dedicó al campo de gravilla y desde hace cuántas décadas convirtió su afición futbolística en su pasatiempo.

Ahora, como miembro de la directiva de la Liga Deportiva Maracaná, disfruta al ver a dos de sus hijos jugar en el equipo de su colonia, el Cinco de octubre, y de estar desde que inicia la jornada dominical, a las siete de la mañana, hasta que termina, alrededor de las cinco y media.

No tiene dudas: es un ambiente deportivo que rompe con la violencia habitual del país.