viernes, 29 marzo 2024
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El plan de Alcasa en 1992: Ingresos y conquista de mercados tras inauguración de planta de laminación

El objetivo era producir láminas duras destinadas a la fabricación de latas para las bebidas carbonatadas y, de esa forma, abastecer al mercado nacional y competir en el internacional.

@joelnixb

El 22 de enero de 1992 fue un día de júbilo para los alcasianos, pues un ambicioso proyecto de producción nacional con sello guayanés se instaló en la zona industrial Matanzas. Se trató de una planta de laminación con la cual CVG Aluminios del Caroní (Alcasa) elevaría su capacidad de producción de láminas a 60 mil toneladas por año.

A las 11:00 am, el entonces ministro de Estado y presidente de la Corporación Venezolana de Guayana (CVG), Leopoldo Sucre Figarella, en conjunto con el presidente de la compañía, Rafael Rodríguez Pulido, iniciaron la inauguración.

El proyecto generaría ganancias de 84 millones de dólares por año | Fotos Joelnix Boada

En el proyecto se invirtieron 6.500 millones de bolívares para producir láminas duras destinadas a la fabricación de envases de dos cuerpos (latas) para las bebidas carbonatadas. El objetivo era abastecer al mercado nacional y competir en el mercado internacional.

“De esta forma Alcasa contribuirá positivamente a la balanza de divisas con aproximadamente 84 millones de dólares por año a la vez que se sustituirá a un 100% la importación de láminas duras y el excedente de la producción se destinará al mercado latinoamericano, siendo la meta conquistar el mercado de EE.UU.”, reseña el reportaje publicado ese día en nuestras páginas, escrito por la periodista Lunín Villa Gil.

El presidente explicó que la planta Can Stock Lampo sustituyó gran parte de la planta de laminación, integrada por un laminador primario construido en 1936 e instalado en 1967.

En el evento, el ministro Leopoldo Sucre Figarella informó que aunque en el mercado internacional el precio del aluminio estuviese bajo, las láminas duras seguían siendo un buen negocio ya que no habían disminuido su valor. Afirmó que el proyecto demostraba la visión de la diversificación de las empresas nacionales de aluminio: “Se demuestra la fe que tenemos en el futuro del aluminio en el mundo y las ventajas competitivas de Venezuela para seguir siendo uno de los países productores de aluminio”, dijo.

Sucre Figarella expresó que la instalación de la planta “demuestra la vocación futurista de Alcasa basada en la estrategia de ofrecer al mercado productos de mayor agregado”.

Aprovechó para aclarar que la compañía no sería privatizada y detalló que se creía que ese sería el único camino para las soluciones de los problemas de las estatales; sin embargo, esto no garantizaría competitividad. Aclaró que para encaminar las empresas, la única clave era la buena gerencia y en Guayana “nos sentimos a la altura de las circunstancias”.

“Alcasa no será entregada a los monopolios del capital internacional, ni cedida a precios viles a los dueños del capital nacional que buscan beneficios fáciles, rápidos y sin riesgo”, ratificó.

“Alcasa entró en la nueva era de la laminación”

El día de la inauguración la empresa pagó una publicidad a los medios regionales donde anunciaban que “Alcasa entró en la nueva era de la laminación”.

El aviso anunciaba la reciente instalación de la nueva línea de producción Can Stock Lampo e informaba que con estos modernos equipos conformados con tecnología líder en el mundo y con la selección de empleados calificados para manejarlos, Alcasa ingresó al grupo de empresas mundiales que dominan la tecnología de laminación de alta especialización.

En la publicidad, que abarcó casi todo el lado izquierdo de una de nuestras páginas, la estatal expresó que este proyecto era hecho con “fuerza de calidad. Con la fuerza de su gente. Con la fuerza del aluminio”.

De moderna y pionera a improductiva

Los logros y la modernidad se esfumaron. En la actualidad, Alcasa tiene 54 años de fundación y ninguna de sus celdas electrolíticas está operativa. En noviembre de 2020, el gobierno anunció el desarme de la Línea de Reducción III -lo que quedaba del corazón de la empresa- con la finalidad de montar una laminadora y un proceso de colada continua.

Ahora, con la compañía prácticamente inoperativa, los alcasianos se rebuscan fuera de la planta vendiendo o yendo a las minas del sur de Bolívar. No tienen beneficios, ni garantías de seguridad, ni un contrato colectivo que los ampare.

Según Henry Arias, secretario de Trabajo y Reclamos del Sindicato de Trabajadores de Alcasa, para que los trabajadores vuelvan a la planta se necesita generar divisas y retomar el inconcluso proyecto de V Línea para mantener los empleos con ayuda de inversores privados. “Da lástima… caminar Alcasa por dentro da ganas de llorar”, dijo.