Queda mucho fariseismo de todos colores, y todavía más en la extensa Guayana, pero haremos posible nuestra faena como se hace en cada rincón dentro y fuera del país. Feliz Navidad y próspero año nuevo 2024.
El peregrinaje, la condición extranjera, fuente de desconfianzas “naturales” en los países de acogida, tiene un costado de enseñanzas para los venezolanos que salieron al mundo huyendo del hambre, el autoritarismo y la falta de derechos.
Es la democracia, es la libertad o es el cierre definitivo de la tenaza dictatorial; con la necesaria advertencia que el camino de las maniobras no tiene asidero, ni apoyo.
Si la dirigencia oficialista supiera del desprecio de la gente por sus engaños, frenarían esos actos bufos que ya no exhortan a nadie. Si los partidos políticos opositores vieran la irritación que causan, dejarían las arengas de sus reliquias inoperantes.
Tal como con el partido de rugby entre Sudáfrica y Nueva Zelanda, este de Perú y Venezuela, con otros indicadores, es para los inmigrantes un pivot de validar su presencia digna en medio de los agobios que caracterizan la salida forzada del país.
Nunca como ahora (ya que también la clase política opositora está paralizada) pueden percibirse los signos de un cambio de época tan marcado: el comienzo de un tiempo que aúlla en la sonora brisa popular que acompaña su llegada.
Claro que hay obligación de la pluralidad y de las negociaciones, pero a estas alturas no supone ingenuidades y mucho menos semejar al tipo de políticas de las que la gente está harta.
Pero ahora la función es, enteramente a los ojos de la gente, de mandaderos de la revolución y sus beneficios. Es decir, es un cuento largo y casi de humor negro, lo de la justicia popular.
Cambió la opinión pública. No la esfera de encuentro formal de opiniones en una sociedad con tan solo remanentes de la prensa libre e independiente; sino la opinión colectiva sencilla que es a la que hay que estar atentos.
Pese al objetivo nunca oculto de control total a la sociedad venezolana de parte del modelo revolucionario, la colectividad nacional ha demostrado ser un cuerpo “vivo”, activo en la convicción de sus conceptos libertarios.