Estamos en las garras de los más nefastos y desalmados regímenes del mundo. Brutales dictaduras. Armadas hasta los dientes, todo lo resuelven a punta de miedo, terrorismo, represión, cárceles y penas de muerte.
La estatocracia socialcomunista se alimenta de las lecciones del monarca francés Luis XIV -El Estado soy yo- enraizada en el desponepotismo de la cúpula en el poder. | Foto cortesía
La “táctica del salami” es poco conocida, pero no resulta extraña en política, donde se usa para eliminar adversarios, enemigos, opositores, rivales, antagonistas y contendientes.
La violencia como la pobreza son administradas por la cúpula para domesticar, aterrorizar y controlar a los sobrevivientes del socialismo del siglo XXI que todavía respiramos.
Se esmeran en afinar los vituperios con los que aspiran causarle el mayor daño posible a esos atrevidos de la UE, que los castigan sin justificación
Un sujeto de esta calaña ha convertido la política de nuestra madre patria en un chiquero y en un galimatías. Esa suerte de mafia llamada Podemos a cuya cabeza está el capo del moño piche, es aliada de las dictaduras más sanguinarias.
Para La Ilustración el progreso fue objeto de profundas reflexiones, al ser un elemento medular de su propuesta.
Pretendieron eliminar la noción de “individuo” que nos legó el renacimiento, pues el pueblo renunció a su libertad, para entregarse a una servidumbre voluntaria con tintes colectivistas.
¿Cómo una población desnutrida va a luchar por una patria que es propiedad de quienes han hecho su mejor esfuerzo para que estemos sumidos en la miseria?
La destrucción es global. Todo debe ser devastado hasta que no quede piedra sobre piedra, como acostumbra hacerlo el socialcomunismo. Este estado, asentado sobre el macizo guayanés, no podía quedar indemne a pesar de su firmeza y de su fuerza telúrica.