Lo veraz es que Venezuela sólo conoce de dos grandes procesos constituyentes, uno para separarnos de España y otro para separarnos de la Gran Colombia. Y las constituciones, con sus particularidades y exquisiteces son reformas o enmiendas de circunstancia sobre su precedente, apenas para asegurarle el ejercicio del poder al emperador de turno.
El solo hecho del aislamiento prolongado y de la incomunicación coactiva, representa, por si fuese poco, un tratamiento cruel e inhumano que lesiona la integridad psíquica y moral de la persona y el derecho de todo detenido a un trato respetuoso de su dignidad.
Al desaparecer las solideces culturales e institucionales, que no se reducen a las políticas, al conjunto social se le desintegra y dispersa, se le hace migrante sin arraigo ni raíces hacia sus adentros y hacia afuera, y el lazo de afecto que le sostiene, anclado en el espacio y prorrogado en el tiempo, desaparece.
La democracia vive, pues, una importante crisis frente a estas nuevas formas de “dictadura”; ya no con el empoderamiento de dictaduras militares sino bajo democracias de utilería que imponen regímenes de la mentira.
No deberían olvidar ni Petro ni la prensa colombiana ni sus políticos, en suma, que cuando todo ciudadano señala, acusa, denuncia, tal como lo dice la jurisprudencia de la misma corte en el caso Mariripán contra Colombia, de 2005, “la búsqueda efectiva de la verdad le corresponde al Estado”.
Lo cierto es que, por el camino en el que van las cosas, el mismo hombre -varón o mujer- está dejando de ser y de ser persona. Se despersonaliza en el siglo XXI.
Mas no es de desestimar, en igual orden, que las víctimas de los terroristas de la droga -el pueblo en su conjunto- animadas por el miedo, la rabia, el dolor naturalmente exacerbado, aspiren a que en Quito insurja otro Nayib Bukele.
La paz, la que hemos perdido, es en suma acuerdo entre corazones; sólo posible cuando, luego afirmarnos en lo que somos y descubrir en nosotros mismos quiénes somos, nos reconozcamos en los otros y en igual identidad.
Supo entender que cuando se pierde el discernimiento humano, lo más importante es recrear la memoria y si se cree en el futuro “el poder hablar en un lenguaje común en que todos nos entendamos es fundamental”.
Lo que cabe confirmar es que USA le hizo entrega a Maduro de su joya predilecta -el “comerciante” Alex Saab- en el mismo territorio del encuentro por el Esequibo. ¿Una casualidad?