jueves, 28 marzo 2024
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En Ciudad Bolívar estuvimos esperando y nunca llegó

Las localidades del país, todas, son un torbellino de padecimientos que se multiplican en cualquier área, tal es el estado de destrucción. Esto ocurre con Ciudad Bolívar, cuyas pobrezas y miserias acrecentadas verdaderamente espantan.

@ottojansen

“La situación de Ciudad Bolívar es terrible”, refiere el reconocido periodista bolivarense Eduardo Osto Ojeda, en encuentro en el live Instagram que llevo unos meses realizando. Esto lo sabe la región por sus propias vivencias. No deja sin embargo de impactar el rosario de calamidades escuchado de manera directa de un profesional que maneja con sobriedad los temas, desecha por hábito las exageraciones y tiene pericia al destacar lo relevante. “Es triste caminar por las calles de Ciudad Bolívar -hace énfasis- tanto por las condiciones en las que se encuentran, como por el rostro desencajado y desesperanzado de la gente”.

Los episodios menudos retratan en todas sus partes el drama social, económico e institucional, panorama actual de todo el país. Son problemáticas que se amontonan unas sobre otras y, como bien dice el periodista de nuestra cita: “el gobierno se manifiesta incapaz de dar respuestas”. Es así en el microcosmos de la antigua Angostura, en la que nos vamos enterando por la voz de Osto, cómo un periodista, Audy Sánchez, murió de mengua luego de cerrado el diario El Expreso, donde se desempeñaba; pidiendo a los organismos, ahora sombras de operatividad, como la Gobernación del estado Bolívar o a ese estridente altoparlante de propaganda que es la Alcaldía de Angostura del Orinoco. Lo alcanzó la muerte solicitando que le dieran una mano a sus necesidades. Un profesional joven que al final sucumbió a tantas privaciones.

Son historias que no tienen eco en los pocos medios locales, pero que existen y los círculos bolivarenses las conocen, aunque con seguridad la olvidan con rapidez. La nueva normalidad son las carretillas de buhoneros que pregonan los leños en venta, apunta Eduardo, pero incluso esta modalidad que existe ante la falta del servicio de gas (algo que produce protestas diarias de las comunidades en las avenidas principales) no es, sin embargo, tan sencillo para las apartadas comunidades de la ciudad.

Es el del gas, por cierto, un servicio sobre el que cualquier residente de Bolívar puede recordar que, por lo menos hasta hace quince años, funcionaba con las modestas empresas privadas de distribución que recorrían hasta los últimos rincones llevando los cilindros a las casas.

Rescate de Angostura

Las localidades del país, todas, son un torbellino de padecimientos que se multiplican en cualquier área, tal es el estado de destrucción. Esto ocurre con Ciudad Bolívar, que en el conjunto de poblaciones del estado, su pobreza y miseria acrecentadas verdaderamente espantas aun por sobre las calamidades de las matanzas en los pueblos del sur derivadas de la extracción del oro; por sobre la ruina y desaparición de las empresas básicas en Ciudad Guayana, de la pesadilla del sistema eléctrico en Cedeño, de los asesinatos a pobladores en Padre Chien, de la inercia en los dispersos confines de Sucre. El distribuidor La Paragua, que une la ciudad capital con la troncal 16 hacia Ciudad Piar y con la avenida Perimetral hacia Ciudad Guayana o el puente Angostura (señala Osto Ojeda) se encuentra “totalmente perdido en la maleza y con todos los postes de alumbrado en el piso”. La descripción del hundimiento del Jardín Botánico es un episodio por sí mismo de dejadez e indiferencia. Pero el futuro no es visible (en el análisis de propios y extraños) a pesar de que los bolivarenses maldicen la cantidad de proyectos de la gestión revolucionaria que nunca llegaron, e ignora, igualmente, en su amplia mayoría, las elecciones parlamentarias de Maduro con sus negociados y gastados políticos siempre sospechosos de pescar chequeras o estar comprados con dólares para “la campaña”. Los más esperanzados preguntan por las acciones de la acosada Asamblea Nacional y del interinato de Juan Guaidó, pero la falta de conexión de quienes se dicen dirigentes localmente hacen mayor la incertidumbre.

En la conversación de Instagram, el optimismo que expresa nuestro invitado es que “hay que rescatar la ciudadanía” y la expresión tan ruyida en la moda discursiva de Venezuela tiene el valor de superioridad que Eduardo deduce en acepción determinante en Ciudad Bolívar. ¿Por qué? Uno, la gente en su melancolía, vive y hace presencia. El mejor ejemplo es la trocha construida por los vecinos en los farallones entre La Sabanita y El Perú (cercano a las fosas llenas de aguas pestilentes, sede de bombas del “moderno” acueducto que Rangel Gómez nunca concluyó), para darle solución efectiva al extinguido transporte público. Dos, los dirigentes partidistas, primero se fueron a los cafetines y con la pandemia, solo aparecen en las redes sociales; siempre dentro de sus cálculos propios y hasta los que acompañaron multitudinarias marchas contra el autoritarismo ahora son apéndices de retorcidos cálculos personales. En Ciudad Bolívar, el liderazgo comunal murió entrampado en las mentiras del poder popular. De allí que la obligación es rescatar a la ciudadanía, impulsar grupos de la sociedad civil con convicciones de lucha libertaria, estimular la participación de los jóvenes para derrotar la corrupción roja, a sus amelcochadas marionetas e igual que a la dirigencia tradicional opositora que ya no puede con tantas mañas. El licenciado Eduardo Osto Ojeda refiere cómo la labor de la prensa se constriñó; que ante la carencia de las bobinas de papel se hicieron llegar miles de solicitudes al régimen y cómo “…estuvimos esperando dos años y nunca llegó”. Así puede Ciudad Bolívar convertirse en una población agonizante, si la ciudadanía democrática, con coraje y firmeza de luchas no construye su propio camino de justicia y modernidad que supere brujos farsantes y piratas, permanentemente acechando.