jueves, 28 marzo 2024
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Vida y pasión del protagonismo popular

Esa clase política ya no genera confianza en las mayorías, punto urgente a considerar tanto para posibilidades de transformación, como el de la imperiosa necesidad de apurar fórmulas acordes con el tiempo en curso.

@OttoJansen

El calor es sofocante aquí en Lima, sobrepasa los 30 grados, señala el Servicio Nacional de Meteorología e Hidrología de este país (Senamhi). La dinámica comercial, como ya antes lo he citado, que es fundamentalmente la expresión laboral que se observa de inmediato, me sigue causando impresión: es un movimiento constante de ofertas de distintos rubros en mañanas, tardes y bien entrada la noche, con una especie de optimismo inherente. En el lugar donde estoy no diviso aún la conmemoración de la semana mayor, pero los medios peruanos se han hecho eco de las declaraciones del arzobispo Carlos Castillo Mattasoglio en la misa del Domingo de Ramos, en la catedral del centro histórico de la capital, con las que iniciaron actividades de los días: “Que esta Semana Santa sea inspiradora y educadora, alimentadora de nuestra capacidad solidaria, para que no nos conformemos con lo que ya hemos logrado, porque tenemos que reformular todos los aspectos de la vida social, política, económica, familiar, barrial, de nuestros pueblos, de nuestras ciudades y familias”.

Han pasado semanas de las revueltas, esos focos de violencias confundidas con protestas, en Perú, pero continúa el espeso clima político haciendo sus círculos, que conllevan a referencias frecuentes al cuestionamiento de dirigentes y partidos que vienen ensombreciendo, de algún modo, la determinación positiva de quienes han asumido el gobierno para defender la condición democrática impuesta por la ley. Las tardes se llenan, apenas baja un poco el sol, de personas y familias que pasean por las plazas, los sitios turísticos, los innumerables restaurantes, fuentes de soda y expendios diversos. Ese ambiente por los que se desplazan y que integran las condiciones suficientes para disfrutar de una atmósfera local y nacional, que como dice monseñor Castillo, no hay que conformarse. He aquí, entonces, un aspecto importante -indicado por el religioso- en la visión de desarrollo y calidad de vida para nuestras sociedades en construcción. Ideal enfocado desde la fortaleza institucional, justicia social y prosperidad, como es el planteamiento sobre que el protagonismo de la población reivindique y sea puntal en elaboración de su destino. Volteo, irremediablemente al caso Venezuela, donde las puertas de la gravedad del desastre, han sido cruzadas hace rato. Donde se formularon miles de discursos y hasta leyes sobre la participación y la democracia directa que fueron trastocadas por el fanatismo político, convertida ahora en realidades lacerantes como la diáspora dolorosa, corrupción gigantesca y las terribles condiciones materiales de los habitantes. En ese cuadro venezolano tiene que destacarse el papel de una dirigencia carente de conocimientos y grandeza. Esa clase política ya no genera confianza en las mayorías, punto urgente a considerar, tanto para las posibilidades de transformación, como el de la imperiosa necesidad de apurar las fórmulas cívicas, lucha social y de pensamiento político, acordes con las complejidades y tiempo en curso.

Los justos 

De las razones por las insatisfacciones populares peruanas, la que más parece repetirse es la falta de distribución de agua potable en las regiones, pero también en sectores de Lima. El detalle aquí, veo de la reseña periodística, es que en la mayoría de las provincias los presupuestos de inversión existen, pero la ejecución es muy lenta. A quienes pude consultarle, no comprobado con otras voces expertas, me hablan de desconocimiento técnico o administrativo. Esta situación nos sirve para darnos cuenta sobre la situación en Venezuela, de que nuestros problemas con el derrumbe general de los servicios, ahora han pasado de causas más o menos “normales” como los inconvenientes técnicos o presupuestarios, a la causa del modelo de gestión revolucionaria, caracterizado por el afán de control y centralismo. Todo convertido, cuando aparecen incompetencias e indolencias, en “razones” acerca del saboteo del imperialismo yanqui o de las sanciones, para que al final lleguemos a saber de los montos robados, tal fue el caso, por años de reparación de los hospitales del país, cuya titular del ministerio popular para la Salud salió del ente comprobándose alianzas con constructoras e irregularidades. Todo el dinero presupuestado saqueado, destinado a inversión del Sistema Eléctrico Nacional; el número de cilindros de gas sobre los que nadie responde en Upata, o los montos para el propio servicio de agua, que tuvieron millones de bolívares en publicidad gubernamental en el estado Bolívar y que hoy, fosas de las plantas de tratamiento son criadores de alimañas a la par que los trabajadores de la hidrológica reclaman beneficios también perdidos.

La organización ciudadana es imperativa para levantar el reclamo nacional por los derechos y pleno ejercicio constitucional de la democracia. Reclamo que en el Perú, siendo válido, se encuentra distorsionado por el conservadurismo, presencia del pensamiento primitivo radical; expresiones subversivas y planes de la izquierda borbónica latinoamericana. Aun así, ese movimiento popular de corte modernista, civilista y libertario, sabrá imponer su hora. Para Venezuela y los países vecinos el objetivo medular es la reivindicación de la sociedad civil, no aquella idealizada o manipulada, sino la que integra iniciativas en los estratos sociales de la población. Sectores referidos acertadamente por el arzobispo de Lima en días santos, cuando enumera al conjunto de actores que le dan articulación y autenticidad a las luchas por la justicia social de nuestros pueblos.