jueves, 28 marzo 2024
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Capital guayanés o el principio del yo no fui

En Ciudad Guayana, la larga resaca que traduce ahora el desmantelamiento y quiebra de inversiones colosales de otras épocas, ha seguido la misma dirección de silencio, indiferencia y pretensión de no tocar el escabroso tema de los dineros impropios.

@ottojansen

En Ciudad Guayana puede llamar la atención cómo el hundimiento económico del emporio industrial, y con este, de toda la malla de sectores productivos, en ciertos círculos de la población no produce otro efecto que una distante indiferencia. Realmente hoy se abren otras puertas, senderos y rutas, condicionados por las transformaciones en el mundo y por la actitud pragmática (pero más calificada profesionalmente) de las generaciones del tiempo actual. Se cuenta, igualmente, con consecuencias del desgaste del proyecto que además quedó destrozado por la corrupción, la ineficiencia, las locuras ideológicas. Pero todas estas características (que, por cierto, soñamos con verlas plasmadas en debates regulares en eventos regionales con el patrocinio académico) parecieran estar más tentadas a solazar sus esfuerzos y prestigios en las dimensiones nacionales e internacionales.

Todas esas consideraciones (digo, sobre la indiferencia, aparente falta de conciencia y entusiasmo, que es lo que interesa en la presente reflexión y que, además, tienen una objetiva valía para el estado Bolívar y la construcción de la democracia, instituciones y nuevos desarrollos económicos) no explican la evasión, la huida al reclamo. Es la “claudicación ciudadana” como le leí al periodista Marcos David Valverde, en atención a dogmas sobre denuncias de hechos constatados, y a lo que yo agregaría se anteponen también comodidades, la picaresca criolla y hasta un buen número de cobardías.

Como respuesta al fenómeno, para nada especializada, conseguí el recuerdo de un episodio ocurrido en la población agrícola de San Francisco de Asís, municipio Angostura (antes, Raúl Leoni). La historia coincide en lapso con la moda de los aportes por ley a los consejos comunales desde la discrecionalidad del poder central y desde una oficina dependiente de la Presidencia de la República, ejercida por Hugo Chávez (para más señas, remitirse a la Gaceta oficial del 18/05/2006). A un consejo le tocó la suma de 12.000 Bs., que era monto significativo. Quien hacía las veces de vocero coordinador, antes de cualquier tarea, convocó una celebración que tuvo de atractivo ternera y la compra de una cantidad considerable de sillas plásticas para recibir a los demás miembros y vecinos. La velada transcurrió entre risas, loas al comandante y la incorporación de las “frías” que fueron apareciendo. Luego de horas con la sabrosa parrilla y la emoción de los tragos, la gente se retiró llevándose las sillas. Con el correr de los días y observando que el proyecto no terminaba de cristalizar, los miembros pidieron explicaciones y el hombre de las finanzas, que estrenaba camioneta, les contestó para sorpresa y hasta consternación de todos, que los reales se habían gastado en aquella fiesta. El asunto concluyó con quejas y sospechas, pero en virtud del estruendo que la ternera celebrada ocasionó en el pueblo, hasta allí llegaron los ensayos de las finanzas manejadas por el poder popular socialista.

En Ciudad Guayana, salvando las distancias, actores e implicados, la larga resaca que traduce ahora el desmantelamiento y quiebra de inversiones colosales de otras épocas ha seguido la misma dirección de silencio, indiferencia y pretensión de no tocar el escabroso tema de los dineros impropios. Quienes lo han hecho, como los exhaustivos trabajos periodísticos de Correo del Caroní, además de afrontar las consecuencias judiciales, aún tienen la distancia de círculos que prefieren su tranquilidad, que observar los derroteros de varios conocidos.

Ejemplaridad y derechos civiles como pilares

El ejemplo doméstico de un consejo comunal de un pueblo modesto no se corresponde con la gigantesca corrupción que ha quedado plasmada en el tejido social de la región y de manera particular en Ciudad Guayana, que fue el centro operativo, la caja chica de millonarias sumas en movimientos y traspasos; asignaciones a titulares de cuentas bancarias aparentes y hasta organismos que nunca rindieron cuentas ni tuvieron control administrativo debido a que las contralorías locales habían pasado a formar parte de la jurisdicción nacional (9 de julio de 2009. Gaceta Oficial número 39.217). Montos de dinero incomprensibles de asimilar cuando a duras penas se lidiaba con los presupuestos raquíticos de las municipalidades. Aun así, la voracidad que tenía de ejemplo el liderazgo bolivariano se apoderó de estos recursos, pasando a manos de los funcionarios revolucionarios y de cuanto estos se han servido. Se hizo posible, entonces, la gangrena moral que ahora normaliza nuestra percepción de todo aquello que no tiene explicación lógica pero que se traduce en aparición de negocios grandes y pequeños.

En el estado Bolívar, los dirigentes de los partidos políticos, se encuentran en la primera línea del juicio ciudadano. La falta de ejemplaridad publica, sin embargo, no está limitada a ellos. Hoy el desafío es impulsar con toda la sociedad el ejercicio pleno de normas, leyes, ética y justicia. De otro modo seguirá el festín de impostores con gestiones públicas que nunca han sido tales, ni han respetado el derecho a la vida. Continuarán los gobernantes incompetentes repletos de dinero de la corrupción y “avispados” diputados comprados con dólares en efectivo y por transferencias.