viernes, 29 marzo 2024
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Fe y Alegría: 69 años enseñando y aprendiendo

Fe y Alegría, movimiento educativo nacido en Venezuela y extendido en 22 países, está cumpliendo 69 años. Está en casi todo el país con sus 4 programas y casi 7 décadas educando y aprendiendo. Sobre esos aprendizajes escribimos.

@luisaconpaz

Hace unos cuantos años cuando tuve la oportunidad de visitar centros de Fe y Alegría en Guatemala, en una cartelera vi un mensaje que decía: “Es viernes, pensemos qué hemos enseñado esta semana y qué hemos aprendido”. Me gustó. Cuando se educa, hay que enseñar y aprender, eso es lo que impulsa la innovación e impide la repetición de errores, entre otros beneficios. En Fe y Alegría, en estos 69 años de historia, hemos enseñado y hemos aprendido mucho.

Corría la década de los años 50, Venezuela estaba en plena dictadura de Pérez Jiménez y el padre José María Vélaz, jesuita, recorría los barrios pobres de Caracas, con alumnos de la recién nacida para entonces Universidad Católica Andrés Bello. El padre y sus alumnos conversaban con los habitantes del hoy llamado 23 de Enero. Y unos les dijeron: “Padre, aquí tenemos muchos problemas, pero lo que más nos preocupa es que no hay escuela para nuestros hijos”, y Vélaz, que creía firmemente en la importancia de la educación, decidió que había que crear una en esa barriada. No tenía ni un centavo, ni local, solo sus sueños, su capacidad emprendedora y su personalidad que animaba a otros. Esa primera escuela nació gracias a ese espíritu atrevido de José María y a la generosidad del pueblo venezolano, representada en aquel momento en los alumnos de la UCAB y en Patricia y Abraham Reyes, vecinos del barrio, que llevaban años construyendo su casita y le cedieron la planta baja al padre Vélaz para su escuela. De eso hace ya 69 años.

Fe y Alegría se define como un movimiento de educación integral y de promoción social, ha enseñado siguiendo las intuiciones del fundador: hay que formar la cabeza, el corazón y las manos. Esto es, lo cognitivo, enseñar a pensar, capacidad para aprender, el corazón, o sea, los valores, no solo los cristianos sino también los ciudadanos, y las manos, o sea, educación para el trabajo, aprender a hacer. Esa integralidad la hemos mantenido. Hemos enseñado desde nuestra fe cristiana, pero sin excluir a los que profesan otra religión. Hemos enseñado con alegría, ánimo, creatividad. Nuestro nombre no es un simple logo, es parte de nuestra identidad. Igualmente, la inclusión, ese corazón con dos niños y una niña tomados de la mano, habla de esa inclusión justa y necesaria.

Niños, adolescentes y adultos, todos necesitan educación. Ya lo de atender adultos lo había pensado el fundador y, por eso, además del programa escuela, con 178 centros en Venezuela, después surgieron las emisoras educativas para dar clases por radio a adultos que no supieran leer y escribir o para que hicieran su primaria o terminaran su bachillerato. Ese fue el segundo programa. Hoy se llama Educomunicación.

Defender el derecho a la educación ha sido otra constante, pues para eso nacimos: para dar educación a los que no tenían, a los pobres. Todos nuestros centros están en zonas populares, fronterizas, indígenas. #Donde no llega el asfalto ahí llega Fe y Alegría”, fue un lema de las primeras décadas.

Vamos a lo que hemos aprendido. Son muchos los aprendizajes, unos cuantos nos vienen de la herencia del fundador, y otros de la reflexión sobre nuestra práctica. Comencemos por decir que nos hemos seguido atreviendo a innovar, de esa capacidad emprendedora surgió el programa Capacitación, para dar cursos cortos a esos que no han terminado primaria o bachillerato y que quieren trabajar. También la educación universitaria, con unas dos décadas de existencia, 5 colegios universitarios de Fe y Alegría tiene Venezuela. Para proponer, hay que analizar el contexto, qué entorno tienen las escuelas, qué país tenemos…

La formación permanente de su personal, no sólo de los educadores, también el personal administrativo y el obrero, así como las familias. El Centro de Formación en Investigación Padre Joaquín, con más de 3 décadas formando, investigando, con publicaciones para nutrir la educación no sólo de nuestros centros es una prueba de ello. En este campo también, de formación y valoración de los maestros, hemos aprendido que sin maestros no hay escuela, no hay tecnología que valga si no tenemos maestros. Por eso la lucha por un salario digno es parte de nuestra cotidianidad.

Estimular la creatividad, seguir soñando… “¿Hasta dónde podrán volar el ingenio, la ilusión y los anhelos?”, pregunta Vélaz en ese poema suyo titulado Mi testamento, que es un llamando a seguir soñando, muy necesario en este país donde se ha sembrado la desesperanza.

Reconocer los problemas y enfrentarlos, ese es otro aprendizaje. No podemos ni disfrazar los problemas, ni negarlos, ni podemos sentarnos a esperar que la solución venga del cielo o que otro resuelva.

Precisamente por ver el contexto, país con déficit de ciudadanía y con malas relaciones, convivencia, ciudadanía y reconciliación, forman parte de nuestro proyecto educativo.

No podemos en una columna señalar todos los aprendizajes, pero es imposible no mencionar esa convicción de José María: hay más gente buena que mala, pero hay que darle opciones a la gente buena para que actúe. No es textual, pero así resumo su optimismo antropológico.

Y, finalmente, hemos aprendido que tenemos que hacer alianzas para educar. La primera alianza, con los alumnos y sus familias, todos del mismo lado de la cancha; luego, con vecinos, el entorno, de esa alianza surgen los proyectos escuela/comunidad. Se han recuperado espacios públicos, se han arborizado comunidades, se ha potabilizado agua para mejorar la salud… Y también hay que hacer una gran alianza para salvar la educación del país. Alianza por la educación fue el lema del 2023 y lo hemos mantenido en el 2024. “Necesitamos la gran alianza, para educar y dar esperanza”.

Esperamos que estos y otros aprendizajes puedan seguir alimentándonos a nosotros y a otros educadores.