jueves, 28 marzo 2024
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Literatura y espiritualidad

Allí sigue vigente el pensamiento y la obra del gran Juan Liscano, quien me decía que a pesar de que los políticos nos subestimaban, por encima de todo la literatura es una relación tormentosa con la vida pero tiene que ser parte de la conciencia crítica.

He titulado este artículo en homenaje al gran intelectual venezolano Juan Liscano.

Creo que fue en 1995 que lo invité a nuestra ciudad a dictar una conferencia titulada Literatura y espiritualidad, una relación tormentosa. Pocas personas asistieron. Esto no incidió en el ánimo del expositor: pudimos disfrutar de un erudito hablando sobre todo y, lo que no se me olvida, el país para esos días.

Juan Liscano era hermano de crianza del para entonces presidente de la República, Rafael Caldera, quien nos asestó una mortal cortada en el palpitante con el sobreseimiento de juicio de los asesinos del 4F y 27N, hoy convertidos en héroes. Habrase visto semejante aberración: celebrar y homenajear la muerte, el asesinato cobarde de inocentes.

Bueno, en fin, vivíamos un país de convulsiones pero un país. Nos debatíamos entre castigar los errores del pasado, los que se convirtieron en corrupción latente, en depredación del coso público, en saqueo simulado. ¿Se acuerdan de aquella palabrota que lanzó al ruedo nuestro emblemático Arturo Uslar Pietri? Los venezolanos somos o quieren que seamos pendejos.

Esta era una nación con principio de modernidad muy a pesar del intento de los zamuros de siempre, los cazarrentas, los malandros encorbatados, perfumados con los estertores del sobreprecio y el negocio cambiario que son hijos de tener una nación con la industria petrolera bajo la egida del súperestado. De allí lo que me dijo un banquero español, es un negocio ser banquero en Venezuela por donde lo agarres o lo veas, y si esto es mentira pregúntenle a Escotet.

Corromper y hacerse multimillonario con los dineros de todos ahora es que se le está viendo las costuras. Pero eso es un negocio de siempre.

Juan Liscano era un hombre ubicuo, con un carácter y espíritu juvenil incansable, pero sobre todo fue uno de nuestros más sólidos poetas. Además, su labor de promoción cultural viene desde la década del 40 del siglo XX cuando nos organizó culturalmente el país. A él le debemos mucho, en lo particular más que al hermano, quien nos legalizó la destrucción de nuestra vida y de la cotidianidad.

Para aquellos días Juan andaba en vainas raras, eran sus palabras, con una serie de notables, que tenían como finalidad cambiar los paradigmas de nuestra tierra. Allí estaban metidas las plagas que después engordaron y hoy nos han diezmado. De víctimas pasaron a victimarios…

Y nos preguntábamos para aquel entonces de qué servía un escritor en un país tan sujeto a la convulsión social, a la desarticulación social y hasta cierto punto, creativa. Para qué ese empeño en escribir poesía, en ingeniárselas para ir a conciertos, obras teatrales, lectura de poemas o para dejar el fundillo más plano escribiendo una novela, un cuento, un ensayo un artículo periodístico. Cuál era ese empeño quijotesco por desdibujar una nación profanada y maltratada por una clase política marrullera e iletrada. ¡Dios, no habíamos conocido el fondo del Hades o el Averno! La barbarie venía en camino y no nos habíamos percatado.

Entonces uno se queda viendo a los costados, al techo, a los lados. Casi todo es ruina, casi todo gira en la rueda del tioconejismo más descarado. Mientras más inescrupuloso eres, más exitoso serás. Estamos en un país al revés, hundido en cierto fanatismo que engorda la ignominia y la corrupción más espantosa. Jamás un país ha sido saqueado en esta dimensión. Para tales fines procuraron meter en el saco muchos gatos, sin distingo ideológico, vale la pluralidad, que haya diversidad para el cultivo del malandraje perfumado. Hay verdes, naranjas, blancos, negriamarillos, plateados, pero por supuesto los rojos son los dueños de la corona.

Destruyeron hasta los intersticios nuestra moralidad republicana, el daño es de impacto catastrófico.

En medio de tanta tragedia el optimismo objetivo no ha sido aplastado. Con paciencia, la recuperación de la república y el accionar republicano están sobre la mesa.

Somos una nación que ama la libertad y estamos en la gran cruzada por recuperarla.

Allí sigue vigente el pensamiento y la obra del gran Juan Liscano, quien me decía que a pesar de que los políticos nos subestimaban, por encima de todo la literatura es una relación tormentosa con la vida pero tiene que ser parte de la conciencia crítica.

Somos verracos, testarudos, alegres: somos esta gran tierra de gracia que no se regresa en conseguir la libertad. Y así es y será.