viernes, 29 marzo 2024
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El padroteo

El padroteo y la mentalidad colonial son sólo dos de varios prejuicios inútiles e innecesarios que son fáciles de desmontar.

 A Tatiana E., por amar a este país

Las diferencias que dividen a la oposición son las mismas que afectan a los venezolanos en general. Estriban muchas de ellas en prejuicios del tipo “todo el mundo lo dice”, tomados ya como “normales” y que no aguantan ningún análisis.

Los políticos de oposición saben cuáles son esos prejuicios, pero quizás los subestiman, o peor, los consideran tabúes y ni los nombran. Sin embargo, a causa de ellos se puede caer en las trampas e intrigas de quienes conocen nuestras debilidades y van con todo para utilizarlas como estrategia de guerra.

Un caso consiste en la relación de los caraqueños con el resto del país. Un amigo que vive en Margarita me contó en una ocasión sobre cuánto se asustan los margariteños cuando ven venir la oleada de caraqueños a pasar sus vacaciones. Saben, por supuesto, los beneficiosos que pueden ser para sus negocios, pero las más de las veces han sido víctimas de burla, padroteo y otros desmanes que, al escuchar la historia, me hizo recordar mis tiempos de estudiante en el Liceo Caracas. Porque efectivamente, no hay nada como el bullying de los adolescentes para conocer los peores prejuicios que se manejan puertas adentro. Los adolescentes no los reprimen, pero sí lo hace el adulto de manera entre grosera y disfrazada.

Los habitantes de las grandes ciudades en el mundo normalmente se sienten privilegiados, y es lógico, pues tienen a su alcance los espacios y recursos del poder. Sin embargo, ese privilegio no es sólo geográfico, se debe a decisiones económicas y políticas, las más de las veces arbitrarias. La modernidad, los servicios, las oportunidades que ha tenido Caracas se deben a su pedazo de “la torta” de las partidas presupuestarias. Por eso quienes viven en Caracas se sienten superiores cuando visitan lugares donde la gente no es tan moderna como ellos. Y hay algo más, históricamente, el caraqueño o residente de la ciudad, en parte es un heredero del colonizador, y por eso reclama su rol en el deber de llevar “su civilización”, es decir, sus valores al resto del país.

Otro caso es el del estado Sucre. Es inconcebible que una región como esa sea uno de los estados más pobres del país. Pero no siempre fue así. Cumaná gozó de una educación de calidad todavía entrado los años 70, aunque eso lamentablemente no se pueda decir de los remotos caseríos a donde a duras penas alguien podía acceder a una escuela. Sin embargo, jamás he escuchado formular una inquietud seria sobre el retraso económico de la región y, cualquier alusión a ese abandono es despachado con prejuicios.

Alguien de mi entorno familiar refunfuñaba sobre cómo los gobiernos se habían venido ensañando contra el estado Sucre desde 1929, cuando ocurrió la fallida conspiración del Falke contra la dictadura de Juan Vicente Gómez. Para ese entonces, él tenía 28 años y le habían asignado apoyar el desembarco de Román Delgado Chalbaud. Después de la persecución y la desbandada, mi tío político decidió esconderse en las montañas de la península de Paria y empezó a desconfiar mucho de los andinos como casta dominante.

El prejuicio que ha caído sobre los sucrenses como un rayo, es ese de que no les gusta trabajar, pero peor es la flojera mental de quienes repiten ese mote sobre ellos. Conozco el testimonio de alguien quien trabajó para la Fundación Mendoza en los años 80, y su objetivo era entrenar y apoyar a los pequeños emprendedores en la ciudad de Cumaná. Ella cuenta que sus tutoreados cumaneses fueron muy entusiastas con el programa y que se conectaron rápidamente. Vale decir que el éxito del proyecto consistió en creer en ellos, entrenarlos con mucho profesionalismo, darles las herramientas que necesitaban y tratarlos bien. Después mi amiga debió regresar a Cumaná para ser la madrina de los hijos de los ya nuevos empresarios. El amor y la dedicación lo son todo. La evaluación y resultados del programa deben estar aún en la fundación.

El caso de Guayana ha sido más afortunado, pero tampoco ha sido fácil. A estas alturas ha podido más el padroteo centralista y por eso se ha perdido mucha autonomía en los últimos años.

Se sabe bien que, a diferencia de las zonas petroleras, por leyes presidenciales logró Guayana ser retribuida de los beneficios de su industria y la explotación de sus recursos. En Guayana confluyeron todos los esfuerzos de profesionales y trabajadores de todas las regiones de Venezuela y de varios países de la América Latina, Europa, Asia. Ciudad Guayana era y aún es percibida como una ciudad moderna, y todo eso radica en decisiones, planes, ejecuciones presupuestarias que no se pueden comparar con el abandono a la que han sido sometidas otras regiones, no sólo de Oriente, sino del país. Sin embargo, el centralismo del régimen chavista ha devaluado la importancia de los poderes regionales, y Guayana también ha entrado en la lista de los olvidados. Bueno, ya todo el país lo está.

Pero la mentalidad centralista se mantiene, y este es el punto al que me referí al inicio de este artículo sobre los prejuicios que afectan la unión de los venezolanos.

Hace dos años fui a una conferencia y en los primeros diez minutos pude ver todos los indicios del padroteo centralista. En la sala estaba una caraqueña quien ha vivido muchos años en Guayana, e igualmente se dio cuenta por dónde iban los tiros. Los oradores invitados no se toman ni la molestia de informarse sobre el público a quien se va a dirigir. No dije nada en ese entonces, no es mi estilo decirle al cura que tengo una objeción con la boda.

El padroteo y la mentalidad colonial son sólo dos de varios prejuicios inútiles e innecesarios que son fáciles de desmontar. Y sobre la pobreza, las conductas, las enfermedades, he escuchado comentarios de un darwinismo asfixiante en gente de todos los espectros políticos y clases sociales. Se trata de opiniones que se mantienen porque no hay debate y los tabúes y prejuicios siguen en rueda libre.

Es un tema espinoso, pero vale la pena debatirlo.