viernes, 29 marzo 2024
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Lector y editor: el reto de leer las redes

Debe también el lector evaluar la virulencia de los ataques que recibió Almagro. Y no es fácil, no se le puede dar un cheque en blanco a él, pero tampoco a aquellos quienes lo atacaron.

Juan Nuño decía que la expansión de las telecomunicaciones había creado una ilusión de que lo sabíamos todo. El ensayista y filósofo se refería a ella como “la pantalla informática”.

Mucho antes de que se hablara de “fakenews” ya había sociedades democráticas preparándose para lo que también se llamó “exceso de información”, y la idea era entrenara sus ciudadanos en el arte de diferenciar las  fuentes  serias de las ficticias, analizar los diferentes propósitos de las informaciones u opiniones. La democracia depende mucho de la transparencia de la información y el ciudadano requiere de un método para enfrentarse a toda suerte de lluvias, ventiscas y tormentas informativas.

Falsedades, verdades, medias verdades, manipulaciones y frases contundentes han existido desde siempre, claro. La diferencia entre el antes de las redes sociales y el después, no es muy distinto al antes y después de la invención de la escritura o de la imprenta. Hasta hubo quejas en el antiguo Egipto sobre cómo la escritura había afectado a la memoria; siempre hay quien se resista. Sin embargo, los cambios tecnológicos no pueden tomarse de manera ingenua: Sí afectan el todo.

Maravillosos como pueden ser los inventos, su magia hasta nos regresa a la infancia. Se dice que así como hay una creencia religiosa, también hay una con las invenciones. Abordar un texto sagrado con fe ciega, oscurece. Y en lo que respecta a los avances científicos y tecnológicos, los ciudadanos de esta era deben saber que éstos tendrán incidencias previsibles e insospechadas en la cultura y en la vida diaria.

Un caso fascinante es el de las redes sociales.  Por un lado, tenemos la espectacular oportunidad de ver videos sobre casos reales de abuso policial y, puede semejante evidencia ayudar a una víctima de la policía. Por el otro lado, las redes se han convertido en plataforma de odios y toda suerte de pasiones desatadas que poco o nada tienen que ver con los problemas reales.

La prensa escrita en cambio es mejor valorada porque depende mucho más de la confianza de sus lectores. Ellos han sabido cómo adaptarse a ella, y además entienden que deben buscar varias fuentes para hacerse una mejor idea del escenario. Sin embargo, en Venezuela no se tienen muchas opciones y  el ciudadano lo sabe. Sabe del desbalance entre la prensa de oposición, normalmente en versión digital, y la propaganda oficialista, la única con acceso al papel. Por esoha buscado enterarse de las noticias a través de  las redes sociales, y es razonable, pero  lamentablemente, estas últimasno son muy confiables. Para poder sacarle provecho a las redes se necesitaría  una prensa robusta que sirva de contrapeso y así habría una mayor referencia para poder comparar.

Hay casos recientes de cómo la contra información ha logrado crear la confusión y el caos. Por ejemplo, el caso reciente del secretario general de la OEA vale un buen debate. La campaña contra Luis Almagro fue brutal. Sin embargo, el público tiene que tener claro el tablero, saber quién es Almagro como pieza y de cómo se mueve en el tablero. Almagro tiene en su haber el haber sido frontal en su apoyo a la oposición venezolana, y si hay algo que hay que tener muy presente es que esa postura no sólo le ha traído apoyos, sino también enemigos, de los visibles e invisibles. Almagro es diplomático y también político, es su trabajo reunirse con quien él considere se debe reunir. El lector debe saber que como secretario general de la OEA, Almagro se debe a toda la región, no sólo a Venezuela,  y que cualquier crítica o especulación en algún momento tendrá una respuesta de parte de él, sea directa o indirecta. Pero debe también el lector evaluar la virulencia de los ataques que recibió Almagro. Y no es fácil, no se le puede dar un cheque en blanco a él, pero tampoco a aquellos quienes lo atacaron.

Un trabajito este para el lector eso de actuar como su propio jefe de información. No es fácil quitarse el gusto por el chisme, por las sabrosísimas intrigas y, además, tener que controlar los propios miedos.

En esos días del chaparrónanti OEA les dije a mis amigas: ¿qué ha respondido Almagro? ¿Guaidó ha dicho algo sobre eso? ¿Qué ha dicho la prensa digital venezolana? Dejen eso en el congelador hasta que alguno de ellos hable. ¡No se puede con tanta cosa!