jueves, 28 marzo 2024
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Leyendas del Caroní

Celestino Peraza es el autor de varias obras literarias fundamentales para conocer el estado Bolívar. Sin embargo, desde hace varias décadas no se reeditan y no son fáciles de encontrar. Las hemos olvidado e invisibilizado.

@diegorojasajmad

Parece que hemos olvidado a Celestino Peraza.

Su nombre, desde hace algunas décadas, ha servido para identificar un liceo en Valle de la Pascua, una escuela en Tucupita y una urbanización en Guasipati.

Para añadir señas sobre este olvido, Domingo Miliani, en Tríptico venezolano, lo menciona fugazmente para incluirlo entre los escritores del llamado “realismo y naturalismo” y de él dice que “posee excelentes dotes de narrador a quien no se ha hecho justicia crítica”. Más nada.

Ni memoria ni valoración.

Aunque nació en Chaguaramas, en el estado Guárico, por allá en el año de 1850, y hoy poco hablemos de él, el nombre de Celestino Peraza ha quedado indisolublemente ligado al estado Bolívar.

A El Callao llegó cuando tenía 31 años, a probar suerte con la minería, y en ese ambiente de injusticia, de viveza y de supervivencia del más apto (no muy distinto al Arco Minero de hoy), conoció la tragicomedia humana en su máximo esplendor. Aquí estuvo, según se sabe, hasta finales del siglo XIX.

Fue marino, comerciante, minero, militar, gobernador de Guárico y Táchira, ministro de Fomento, diputado por el estado Falcón, secretario general de Cipriano Castro (para luego alzarse en su contra), estuvo preso y terminó su inquieta vida a los 80 años, en Villa de Cura, estado Aragua, ciego y pobre. Una intensa vida, insuflada al calor de la guerra, del poder y de la aventura.

A pesar de estos datos generales, los rastros de su vida se encuentran dispersos en documentos y en publicaciones periódicas de la época. Y no bastan las breves semblanzas biográficas hechas por Pedro Sotillo y Jesús Sanoja Hernández; al día de hoy, no existe una biografía completa que rescate su tránsito e hilvane sus pareceres de vida.

Sin embargo, de todo su espectacular currículo, el delgado hilo que aún lo mantiene en el recuerdo de los venezolanos, a 93 años de su fallecimiento, proviene de su actividad literaria.

Los títulos de Peraza que se conservan son Cicapra (s/f), Los piratas de la sabana (1896), Leyendas del Caroní (1908) y Carne humana (que se ha incluido como cierre a las ediciones de Los piratas de la sabana). Hay otros títulos que se mencionan -que no he podido conseguir aún- como El muerto de La Carata, Los federales y Memorias, Diamante y azabache. También se dice que llegó a dirigir un periódico en El Callao que llevó por nombre El Horizonte.

Tal fue el impacto del paisaje y de la sociedad bolivarense en Celestino Peraza, que en sus tres obras representativas encontramos a Guayana como escenario cardinal, como si fuese un personaje más de la historia.

En Cicapra se relata la fundación de la mina del mismo nombre, una historia que inicia con una “bulla” aurífera, la cual transforma un paisaje bucólico en un hervidero de ambición.

En la novela Los piratas de la sabana, considerada como uno de los primeros relatos policiales del país, se cuenta el hecho histórico del robo al correo del oro, transporte de la compañía minera encargado de llevar el mineral de El Callao a Ciudad Bolívar. Es una apasionante historia cuyo protagonista se esfuerza por dar con los autores materiales e intelectuales del crimen.

Leyendas del Caroní también habla del estado Bolívar, sí, pero la obra exhibe un estilo e intencionalidad distintos.

Leyendas del Caroní se nos muestra como un conjunto de relatos míticos, de origen e históricos, que hablan de los pueblos ubicados en la ribera derecha del Caroní, llamados Misiones del Caroní, y que existieron antes de la Independencia. Estas leyendas pueden leerse como relatos contrahistóricos, que amplían la visión oficial de la historia patria y que, además, dan al guayanés de hoy fábulas de identidad en las cuales reconocerse.

El libro consta de 21 leyendas, pobladas de personajes de la tradición indígena, de fantasmas, locos, militares, sacerdotes, héroes, pícaros… Transcribo a continuación los títulos de las leyendas: “Rosa del bosque”, “La petriva de Aima”, “El trono de Amalivac”, “La soberana de Cupapuy”, “Guaraguao”, “Pluma del sol”, “Una realidad fantástica”, “El piache de Currucay”, “El Apolo de Huicsatanos”, “Yubirí”, “Ingenio rojo”, “Inírida”, “La parásita”, “El comandante Bencomo”, “Miss Hawhins”, “Bochinchín”, “El sueño de la diablesa”, “El tesoro de San Serafín”, “Un caso de sugestión”, “El juez de El Miamo” y “El milagro de San Miguel”.

A pesar de su importancia cultural, y del valor literario e histórico, no hay ediciones recientes de Leyendas del Caroní ni del resto de la obra de Celestino Peraza. Un vacío que deja a la comunidad sin referentes identitarios, sin espejos donde mirarse.

¡Cuánta falta hace una edición crítica de sus obras completas!